Esta semana nuestra Lanzadera continúa explorando la distopía aural ofrecida por los misteriosos VVV en su primer álbum, el reciente L’ennui.
Afirmar que los ganadores del Concurso de Maquetas Autoplacer suelen compartir un perfil similar no solo sería aventurado sino también falso. Los grupos galardonados en las ocho ediciones que han tenido lugar hasta la actualidad podrían ser incluidos en una variedad de estilos tal que resulta mucho más sencillo ver los rasgos que los diferencian antes que cualquier posible semejanza. Sin embargo, tanto en el rock de Captains como en el dream pop de Tulip podemos apreciar una parecida sensación de intangible je-ne-sais-quoi que quizá podría interpretarse como voluntad de experimentación. O tal vez como una tendencia hacia el frikismo, especialmente visible en el caso de Pan Total pero que también aflora en la propuesta de los ganadores de la edición de 2017: los madrileños VVV.
El premio para los ganadores de las últimas ediciones de este concurso ha sido de triple naturaleza: por una parte, les ha correspondido encabezar la programación del Festival Autoplacer, organizado por el colectivo Autoplacer/Sindicalistas y el Centro de Arte Dos de Mayo. En segundo lugar, también se les ha ofrecido la posibilidad de grabar un videoclip, materializado en esta ocasión a través de un «Vodka y Percocet» dirigido por David Iñurrieta. Y por último, quizá el aspecto más jugoso sea la grabación de un álbum, que VVV ha aprovechado para dar forma a L’ennui (Autoplacer, 2018). Este disco llega tras un trío de EP en los que se ha podido ver una evolución en la banda marcada por su paso de dúo a trío y el abandono del inglés empleado en el primerizo Dirty Leeds (autoeditado, 2015) en favor del castellano de Dance and Cry (autoeditado, 2016) y Dance and Cry II (autoeditado, 2017).
La propuesta de VVV se mostraba como un todo compacto antes de llegar a este L’ennui, con unos rasgos definitorios que ya se podían escuchar en canciones como «Tú eres mi poder», incluida en Dance and Cry II. La homónima «L’ennui» es la encargada de abrir este álbum, con un desesperanza que halla continuación en «Nunca estuvimos tan lejos» y que es uno de los hilos conductores del aspecto lírico del disco. En lo instrumental hay muchos elementos que cabría destacar, como las percusiones electrónicas de carácter analógico y ritmos pseudomotorik, los gélidos colchones sintéticos afines a la dark wave o los momentos de tecnazo con arpegiador de «Todo bien». Es inevitable destacar «Oscura plata» o la mencionada —e imprescindible— «Vodka y Percocet» como las canciones más cercanas al synth pop, pese a que rezuman tanto pesimismo vital como el resto del disco. En ese sentido podemos considerar que VVV han tenido éxito al confeccionar unos paisajes sonoros que nos remiten por igual al mundo en que vivimos y a una distopía de la que cada vez estamos más cerca.