El viernes pasado finalmente pudimos ver a VVV en directo, con Somos la Herencia como sus compañeros sobre el escenario de la sala Siroco de Madrid.
Fotografía: Eva Sanabria
Mientras algunos enarbolaban banderas rojigualdas —rojas y amarillas para algunas— en conmemoración de revenidos mitos nacionales, el pasado viernes 12 de octubre opté por lo que podría considerarse como una celebración de la España negra. La programación de aquella noche en la sala Siroco era uno de esos carteles de ensueño, no del todo inédito aunque confiaba desde hacía tiempo en que volviera a repetirse. Tanto VVV como Somos la Herencia —los primeros en particular— han dedicado cierto esfuerzo a poner algo de distancia entre ellos y las versiones más clásicas del goticismo, pero la naturaleza oscura de la velada era del todo incuestionable.
Era la gran noche de VVV, quienes finalmente iban a presentar en directo su álbum L’ennui (Autoplacer, 2018), contando para ello con la compañía de sus compinches de Somos la Herencia. Correspondió a estos últimos la inauguración de la velada, desde un escenario en penumbra iluminado tan solo por la proyección de un extraño filme de ignota procedencia, los LED del arsenal electrónico de la banda y la pantalla del teléfono móvil de Gonso, aparentemente escribiendo un mensaje de WhatsApp de última hora aunque no creo que la cobertura de la sala lo permitiera.
Somos la Herencia no tardaron mucho en interpretar «Revisión de la materia», un tema de Zigurat (autoeditado, 2017) que hace tiempo que no falta en las actuaciones en directo de la banda madrileña. No obstante, en esta ocasión la canción fue interrumpida cerca del final por un traspié de Gonso, que desenchufó el cable que unía el bajo eléctrico a los pedales de efecto. Sin problema: el cable se volvió a conectar y la canción, detenida durante apenas unos segundos, prosiguió sin más incidentes. El grupo aprovechó para presentarse antes de continuar con una «Caballo» en la que Guille dejó el bajo para aportar la habitual dosis extra de percusión, si bien esta vez la víctima de sus mamporros fue un pequeño bidón metálico en lugar de un timbal. Aún hoy «Las ruinas de la ciudad» continúa siendo uno de mis temas favoritos de la banda y tampoco me decepcionó en esta ocasión. La voz de Gonso, ocasionalmente aquejada de algún problema de afinación —quizá derivado de la concentración exigida por su trabajo con el sintetizador—, sonó en esta ocasión certera como nunca, permitiendo que el repertorio de la banda desarrollara todo su potencial. «Huesos» fue presentada como un nuevo tema y fue seguida de «Ojo y vórtice» con sus impresionantes frases de sintetizador. Pero poco después, «Imposición» y «Signos de alguien» dieron paso a la sorpresa de la velada. Gonso anunció que iban a tocar una versión que presentó como obra de «otra gente», encogiéndose de hombros tras ser interpelado al respecto por uno de los presentes. El tema en cuestión resultó ser una fiel interpretación de «Anoche escupí azul» de la desaparecida banda alicantina Antiguo Régimen: un homenaje que no cayó en oídos sordos a juzgar por la reacción del público de las primeras filas. El tema que cierra Zigurat, «Plaza dura», también sirvió para poner fin al mejor de los conciertos ofrecidos por el grupo que he podido ver hasta ahora. Somos la Herencia incluso se permitieron el lujo de no tocar su reciente sencillo «Agua», quizá reservándolo para su nueva etapa: el grupo ya ha anunciado que su puesta en escena será diferente a partir de ahora, en lo que es imposible no anticipar una mayor presencia de su componente electrónico.
Precisamente la electrónica es el rasgo que define a VVV, como su vocalista Adrián dejó claro al salir a interpretar el tecnazo introductorio de «Todo bien» con sus máquinas por toda compañía. Manu y Elinor se unieron a él en ese momento y con «Te buscas en mis ojos» comenzó de veras la actuación. Tras «Hoguera» llegó el momento de la presentación de la banda, que pasó entonces a «Vodka y Percocet», una de las mejores canciones de L’ennui y para la cual Manu y Elinor se deshicieron de bajo y guitarra respectivamente, transformando VVV en una propuesta puramente electrónica que persistió durante su interpretación de la muy synth pop «Oscura plata». Pese a que «Bombo negro» fue presentada como «bakalao para las masas», ese fue el momento escogido por Manu para retomar el bajo. Y con el ecuador de la actuación ya rebasado llegó el momento de «Tú eres mi poder», canción que aprecio especialmente por haber supuesto mi primer encontronazo con el grupo y que fue presentada por Adrián como un tema sobre la asfixia autoerótica. El espectáculo se terminaba, pero aún quedaban dos canciones tan memorables como «Nunca estuvimos tan lejos» y, por supuesto, «L’ennui». La voz de Elinor hubiera podido beneficiarse de un poco de reverb adicional y el sonido de su guitarra resultó en exceso peculiar, probablemente por tratarse de una Stratocaster con el selector de pastillas en una de las posiciones «raras». Pero pequeñeces aparte, VVV dejaron tras ellos la memoria de un estupendo concierto que me hace lamentar que no actúen más a menudo.
El próximo concierto de VVV tendrá lugar el viernes 16 de noviembre en la Lata de Zinc de Oviedo. La banda estará acompañada en esta ocasión por los asturianos Huias.
