Mihassan y el brillo del cromo

Mihassan y el brillo del cromo

Aprovechamos la cercanía del primer aniversario de su publicación para revisar Cromadísimo, el segundo álbum de Mihassan.

La longevidad de las grabaciones de cualquier grupo musical es un tema controvertido, con cada vez más bandas demorando la publicación de álbumes en favor de largas ristras de EP y sencillos. Es algo atribuible —al menos en parte— al tratamiento recibido por la mayoría de grupos noveles o minoritarios, que suelen obtener parecida repercusión mediática con la publicación de una canción suelta que con un álbum repleto de ellas. Este es un tema que guarda cierta relación con la devaluación que ha sufrido la música durante las últimas décadas hasta llegar a la actualidad, cuando escuchar música en la plataforma de streaming de nuestra elección se ha convertido en algo más afín a abrir un grifo para obtener agua corriente que a entrar en contacto con un inabarcable volumen de oferta cultural. Pero a pesar de ello, el formato de álbum sigue conservando una aureola especial y muy a menudo su publicación viene a funcionar como una declaración de intenciones por parte de sus autores, que exponen así una inequívoca voluntad de permanencia. Con dos discos de larga duración publicados durante su todavía breve carrera, Mihassan es un claro ejemplo de esta tendencia.

Cromadísimo (autoeditado, 2016) es un álbum interesante pero engañoso, que oculta sus intenciones tras una fachada de aparente inaccesibilidad. No estoy seguro de que este disco haya sido concebido para la fiesta o el baile, pero lo cierto es que se presta maravillosamente para este segundo propósito y resulta fácil imaginar canciones como «Fuera de mi vista» a modo de banda sonora de una ucrónica rave jamás celebrada. Porque aunque el espíritu que anima a Mihassan tenga mucho de rock, su base rítmica invita al movimiento mientras que el uso de samples termina de pulir un sonido con destellos de cromo y neón, con la inestimable ayuda de los productores David Baldo —guitarrista y compositor de unos Captains muy queridos por estos lares— y Guille Mostaza, en cuyo estudio Alamo Shock se ha grabado este disco.

El apartado vocal también merece ser examinado con algún detenimiento, gracias a unas letras que abarcan desde los mantras más surreales hasta esas cantinelas infantiles que consisten en repetir una palabra que termina por vaciarse de significado: «Rolex» ejemplifica ambas posibilidades de manera casi simultánea. Así mismo, en el maremágnum de samples es fácil perder de vista una guitarra que realiza un trabajo en absoluto trivial, ofreciendo unos riffs tan demoledoramente efectivos como el de «Estoy muy guapo», incuestionable tema estrella del álbum. Pero Cromadísimo no termina con esa primera canción y en el resto del álbum hallaremos temas tan extraordinarios como «Ríndete», cartas de amor a la década de los ochenta como «Variedad» y sonidos tan desafiantes como el dislocado fraseo de guitarra de «Agorero». Sin ser exigente, Cromadísimo es un disco que exige un mínimo de perseverancia por nuestra parte y precisamente por ello resulta tan satisfactorio abrirse paso a su través.

El último concierto de Mihassan tuvo lugar el pasado viernes 15 de septiembre en el CSA La Residencia de Valencia, junto a Ghost Transmission y Yobamochi. Sin embargo, no habrá que esperar demasiado para volver a verlos en directo —esta vez en compañía de Cómo Vivir en el Campo— y el próximo jueves 28 de septiembre actuarán en la primera jornada del Fosbury Fest celebrado en la sala Siroco de Madrid. Puedes adquirir tu entrada aquí.

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