Asistimos al que quizá haya sido uno de los últimos conciertos de Perro Amigo antes de que el grupo comience a grabar sus nuevas canciones.
Fotografía: Eva Sanabria
En un primer vistazo la disposición de la sala Wharf 73 parece ansiosa por revelar su posible pasado como bar típicamente madrileño, de esos que en lo esencial vienen a ser un pasillo con la barra a un lado y un baño emplazado al fondo a la derecha. No obstante, el lugar tiene cierta solera como sala de conciertos, conocida en su anterior encarnación como Al’Laboratorio. Hacia allí nos dirigimos el pasado jueves 16, con la intención de asistir por fin a un concierto de Perro Amigo, proyecto concebido en Los Ángeles como una aventura personal de su vocalista Palu y renacido en Madrid tras convertirse en una auténtica banda con miembros permanentes.
Perro Amigo tomó posesión del reducido escenario con algún retraso sobre la hora prevista, echando mano de «El torero / Pueblo diablo» para dar comienzo a una actuación durante la cual interpretarían un repertorio más abundante de lo que sus dos EP publicados me habían preparado para esperar. De hecho, el concierto consiguió resultar sorprendente en cierta medida, gracias a un set list en el que imperaban las novedades y en el que ocasionalmente se engarzaba algún tema ya conocido, como la espléndida «Ojos amarillos» que le presta nombre a su último EP. Un par de pausas puntuaron la velada, con una de ellas estando dedicada a explicar el origen del curioso merchandising del grupo mientras que la otra fue empleada para la más pragmática finalidad de la rehidratación vía cerveza.
La banda hizo gala de un sonido francamente eficaz, con el trabajo de guitarra a cargo de Miguel prestándole buena parte de su personalidad sonora y cuyo uso generoso de la palanca de vibrato la situaba firmemente en territorio surf. El sonido inusualmente afilado del bajo de Alberto complementaba melódicamente a las seis cuerdas, además de hacer de sostén rítmico junto a una batería de gran presencia pese a lo escueto del kit empleado por Legui. Y qué decir de Palu, inquieto cual rabo de lagartija y tan incapaz de limitarse a desprender su carisma desde el escenario que tuvo que pasearse a lo largo de la sala en no pocas ocasiones. Uno de los escasos momentos de relativo sosiego vino de mano del tema cuyo título de trabajo es simplemente «Balada» y que sin duda hallará acomodo en el próximo trabajo de la banda. Y para el final Perro Amigo se reservaba «Super camión / Niños futuro», en apariencia una delirante reinterpretación del número musical de Los Simpson titulado «Los niños son el futuro».
En todo caso, una banda con la desenfadada soltura en directo de Perro Amigo cuenta con el potencial suficiente para convertirse en un nombre familiar dentro de la escena madrileña, si bien todavía les falta algún recorrido adicional que les permita añadir alguna muesca más a la culata de su revólver. La publicación de nuevas grabaciones con la formación ya consolidada sería el siguiente paso lógico: las aguardaremos con interés.