Miserias de la emergencia: De cuando casi tocamos con Sidonie

Miserias de la emergencia: De cuando casi tocamos con Sidonie

Inauguramos un nuevo apartado que, bajo el título Miserias de la emergencia, estará dedicado a los relatos generalmente carentes de final feliz que plagan la historia de numerosos grupos. Comenzamos con lo que le ocurrió al grupo madrileño Allison Falling en una fría tarde de invierno de hace catorce años…

El 2004 no podía haber empezado mejor, nos habían llamado para tocar en un garito de Torrejón de Ardoz y para ser los segundos de cartel en un festival durante los carnavales de Soria. Para un grupo como Allison Falling, esto significaba una cosa: teníamos gira de invierno.

Nunca he estado en un grupo donde se vivieran con tanta intensidad tanto los buenos momentos como los malos, y desde el minuto uno nuestra trayectoria fue una montaña rusa incluyendo un salto al vacío final, pero para eso aún quedaban varias vueltas de campana.

Recuerdo perfectamente las primeras conversaciones con la organización. Nos comentaron que tocaríamos en una plaza de la ciudad y al aire libre, un detalle que nos inquietó, sobre todo porque aquellos primeros días del año resultaban bastante gélidos. A toro pasado he comprobado que aquel año se registraron las temperaturas más bajas de los últimos 104 años en Madrid. Sin embargo la organización nos insistió una y mil veces que no nos preocupásemos, que en Soria la gente no se asustaba por un poco de fresquito y que nos veía capaces de calentar ese escenario a base de distorsión y melodías indie pop.

Allison Falling
Jesús Mallo, guitarrista de Allison Falling

Se cocinaba a fuego lento el caldo perfecto para una de nuestras mayores decepciones. El caso es que pronto nos olvidamos de esa tontería de tocar al aire libre y subimos a lo más alto de nuestra montaña rusa cuando nos informaron de que los cabezas de cartel serían Sidonie, grupo al que adorábamos y seguíamos con detalle. Esta noticia y el caché que cobraríamos (¡300 €!) nos proporcionaron los mayores momentos de felicidad de nuestra carrera. Además, en el cartel estábamos por encima del grupo Trócolos, que por lo visto eran una institución en esas tierras. Nos veníamos arriba y nuestro ego se veía a kilómetros del escenario soriano.

Allison Falling
El cartel del evento

Llegó el día del concierto, Madrid amaneció nevado y he de reconocer que el camino hacia el norte español no fue precisamente con risas y palmas. Al llegar a Soria comprobamos que allí había nevado aún más que en Madrid. Mi carácter pesimista tiraba de mí, pero la organización —todo un ejemplo de entusiasmo y optimismo frente a la adversidad— seguía insistiendo en que no nos preocupásemos, que se podía tocar aunque, eso sí, había que esperar a que dejara de nevar.

Los miembros más sensatos del grupo insinuaron que no se tocaría, pero tras la lección aprendida con la organización insistimos en que rendirnos no era una opción. Íbamos a tocar y nada ni nadie nos amargaría nuestra fiesta.

Allison Falling
El Bailódromo antes de la catástrofe

Al fin llegó el momento en que los cabezas de cartel aparecieron en la plaza de la ciudad. No recuerdo si llegamos a darles la mano, ya que tras mirar rápidamente a su alrededor volvieron corriendo a su furgoneta. La puerta de esta se abrió una vez más, pero esta vez tan solo salió el manager del grupo al que le bastaron un par de minutos para evaluar la situación. Tras un breve intercambio de pareceres con la organización parece ser que esta no logró inyectar en él ese entusiasmo que minutos antes me había contagiado, así que el grupo desapareció rápidamente con su bonita furgoneta y un sobre con el que habían zanjado la conversación. Creo recordar que alguno de mis compañeros dijo que mejor, que así teníamos más tiempo para tocar todo el repertorio, pero la huida de Sidonie y la constante nevada terminó de llevar nuestro ánimo cuesta abajo y sin frenos.

Allison Falling
El escenario donde casi tuvo lugar el concierto

Hoy reviso las fotos de aquel día y compruebo que intentamos frenar la colisión con bebidas espirituosas y fotos infantiles, pero realmente dudo mucho de que esa noche hubiera sonrisas sinceras. Siempre recordaré aquel casi concierto como el de mayor caché de nuestra historia (y lo sigue siendo), pero con tristeza: pagados por no tocar.

 


Nota de la redacción

Cuando estábamos a punto de publicar este relato hemos averiguado que, muchos años después de lo narrado aquí, Sidonie finalmente ha actuado en Soria. ¡Enhorabuena!

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