Desde Bilbao llega Ground for Dogs, segundo disco de nuestra última banda Lanzadera, Vulk. Lodo fangoso filobritánico en solo ocho cortes post-punk.
Cómo usar las herramientas de las que disponemos es lo que nos diferencia de nuestros iguales. Siguiendo esta máxima podrían encontrarse ciertas similitudes entre el deportista de élite y Vulk. Entre el croissant sudoroso y la ¿perenne? ola de garage que perdura en España. Mientras que estos últimos apuestan por la musculatura fácil de rápido recorrido, los primeros se preparan para una carrera de fondo en la que cabeza y cuerpo han de ir en concordancia. Y precisamente esto es lo que una se encuentra cuando escucha Ground for Dogs (Elsa Records / Meyo Records, 2018), su último disco.
Como quizás hace pensar su nombre, Vulk resultan pétreos, incólumes y sin fisuras. La fuerza bruta de su rotundo sonido no quita para que sus composiciones se desarrollen sobre capas diseñadas concienzudamente. No hay más que iniciarse con «Back to Night Flight», su primer corte. Vulk resultan conceptualmente complejos si nos ponemos a pensar en sus posibles influencias y no sabemos si las pintas se las tomarán con el camaleónico Bowie, los Small Faces, Nirvana o unos primeros Arctic Monkeys. También parece que vivan en una asfixia intermitente como si se encontrasen bajo el yugo de los Peaky Blinders y apenas se percibe el cambio de estudio y producción durante el disco (Montreal Studios y estudio Brazil por Hans Krüger y Javier Ortiz, respectivamente). Barro, sudor y rabia contenida para rebelarse como una de las bandas más interesantes del post-rock nacional.
Continuando con la disección de Ground for Dogs, «Neu Vision» nos adentra en esa callejera tierra de canes con un riff de guitarra que enlaza con uno de sus mayores hits, «A Poison Tree». William Blake musicalizado con un martillo pilón que se apalanca en nuestros oídos y nos revuelve como si de Jonás emballenado se tratase. La oscuridad ha llegado y el grunge también. Por ello, Vulk reflexionan y pausan con la instrospectiva «Behiaren begirada», antesala de «Urak errenditu», corte en el que es inevitable no acordarse de Catpeople o White Bats. Sin duda uno de mis favoritos gracias a sus ya características guitarras y sus cambios de ritmo. El tonelaje sigue subiendo y el punk se ofrece en una espiral plagada de vicio en la batería de «No Muscle» para cederle el puesto al bajo como protagonista en «Second Heat», último tema del disco que dispone brillantemente un adictivo ritmo persecutorio.