Cultura popular y canciones de dos minutos. Inmediatez y canciones pegadizas aliñadas con guiños populares y un sentido del humor alejado de la (posible) censura. Y todos esos componentes los podemos encontrar en Los Cheddars y su último disco, Ensayo nucelar.
Tras una primera maqueta titulada Arcade (Bartolini Records, 2016), Los Cheddars decidieron amenizar el pasado verano con una nueva entrega de sus aventuras pop punk. O punk pop. El orden de los factores no altera el producto pero sí define por parte del oyente con qué sonido asemeja más a los madrileños. Y tras quince cortes, una intro y un interludio, esta cuestión no es baladí. Los Cheddars siguen afinando la puntería en Ensayo nucelar (Bartolini Records, 2018) con temas cargados de citas populares, desde la RAE («Brat raevision») hasta Kill Bill («El actor de Kung Fu») y Terminator («Sayonara Baby»), las recenas de madrugada («Ese kebap») o las parrillas televisivas («Desconexión»), mientras combinan su pasión por el punk y el pop en una división casi salomónica. ¿Por qué elegir si puedes tener a ambos? Este poliamor musical es aprovechado para coquetear con otros géneros y salir bien parado: «Motor City» y el rock urbano de La Elipa a Carabanchel de hoy, ayer y siempre, «Asalto Fallido» y el ska, o la progresión presente en el final de «Golpes y estrofas».
En Ensayo nucelar, Los Cheddars, cohabitantes del espacio punk pop actual con Sugarcrush y los tristemente extintos Las Señoritas Estrechas, consiguen ofrecer diferentes caras del punk sin despeinarse en su mismo gusto por las melodías pop y las guitarras punzantes, por ser vitalizantes y ruidosos a la vez. Y escatológicos. Además, nos recuerdan en «1994», canción con la que cierran el disco, que madurar no significa cambiar y que renegar del pop punk no te hace mejor. Sabias palabras.