Detergente Líquido presentaron en Madrid su último disco, Con miedo al amor por las personas sin tiempo, en compañía de Nos Miran. Fetén es poco.
Fotografía: Eva Sanabria
Noviembre llegó más dócil que vendimiario y las templadas temperaturas auguraban una gran noche. El paseo por San Vicente Ferrer se convirtió en un videojuego a control remoto donde debías llegar al Maravillas Club esquivando peatones y vehículos sobre ruedas y plataformas planas. Fuera, la fila te indicaba que no habías quedado en el ranking y, peor aún, habías llegado por los pelos a pasar la siguiente pantalla. Una estrella en la puerta y Nos Miran ya sonando. Los teloneros ya se encontraban calentando el ambiente con su pop electrónico de querencia hacia los noventas españoles, las rutas pescateras y éxitos populares de Camela y OBK. Mientras escuchábamos la montaña rusa vocal y nos dejábamos encandilar por «Contigo» (su gran hit) nos preguntábamos si seguirían los pasos de Detergente Líquido y presentarían candidatura a la próxima edición de Eurovisión.
El Maravillas, abarrotado. El público, expectante. Detergente Líquido, nerviosos y con un set list capaz de acabar con ellos sobre el escenario. El cambio de banda fue rápido y la mecha prendió desde los primeros acordes de «Las farolas de la autopista», éxito de su anterior trabajo y enorme anzuelo para que unos ya entregados seguidores no bajaran su intensidad ni en los primeros instantes del show. El motor del autobús y los ecos granadinos fueron una constante durante la hora y media que los gaditanos estuvieron sobre el escenario, un precioso tiempo en el que el reloj fue llamado al destierro. Cuerdas y guitarras rotas que resurreccionan, celebrar el amor encontrado entre el público en su anterior visita a Madrid (Proyecto Waikiki rules) o cantar el «Cumpleaños Feliz» por parte de Parchís y medio Malasaña a Félix (en plena afonía). La magia nació, creció y se reprodujo con cada nuevo tema de Con miedo al amor por las personas sin tiempo y con cada recuerdo de sus éxitos anteriores como «Poesía eres tú, Robocop», «El cantante de boleros» o «Demasiado bruto para el indie».
La naturalidad de las letras y voces de Alberto Rodway y Nuria Líquida se vio extrapolada en un público capacitado para crear su propia rave, coreografiar cualquier melodía bailable y corear estribillos pop como si de contrarrevolucionarios himnos punk se tratase. Y quizás ahí esté el éxito de Detergente Líquido, ese grupo gaditano que juega en casa cuando toca en Madrid. El quinteto ha conseguido con su último disco añadir capas y suciedad a su costumbrismo y afabilidad, abandonando a Cándido en el baile de la primavera y visitando el polígono Marconi. Han conseguido que amantes del pop más azucarado se desgañiten con el estribillo de «Lloriqueos en la rotonda» y su final de mierda, la dureza de «Cumpleaños feliz. Otra vez» y «Haciendo el cocacola» o el amago de psicodelia y noise presente en el final instrumental de «Domingo antropoide». Los Planetas orbitan cerca de la bahía de Cádiz y han dejado atrás al pop exclusivo para poperos. El amplio set list tuvo de ser acortado al convertirse el amplificador en calabaza pero tanto Detergente Líquido como el público presente volvieron a casa con la sensación de que algo había cambiado.
Mickey Mouse se convirtió en El Nota. Esta sería la evolución que tanto musical como sobre el escenario demostraron Detergente Líquido en su concierto del pasado viernes en Madrid. Los gaditanos llegaban con nuevo largo sobre los teclados y un cambio de estilo en el que el pop pasaba a convivir con el noise sin olvidarse de sus crónicas rutinarias ni su descripción de la mediocridad media. Sin embargo, su presentación estuvo lejos de ese cinco raspado que parece marcar a los protagonistas de sus canciones. Detergente Líquido volvieron a demostrar que la notabilidad no viene desde un padrino, una cuna o una actitud altiva: llega desde un poder de convicción y una soberbia conexión con el público . Y de sus letras. Nunca os olvidéis de las letras.