Alison Darwin es la respuesta al trabajo bien hecho. Desde Barcelona y a punto de sacar su primer EP, analizamos su particular estilo.
Fotografía: Jbranyuski
Cualquiera a quien le guste el indie ha tenido que comer un poco de punk. No importa de que tipo, pero las influencias son innegables. A principios de 2000 hubo una corriente escindida del punk californiano (o skate punk) que se bautizó en ciertos círculos como glam punk. Eran todo aquel séquito de bandas que cuidaban una estética más encaminada hacia el rock pero enfocada a las corrientes de moda, que suavizaban el ruido de su música y aumentaban el nivel de electrónica y procesamiento de su sonido. Imaginad unos Blondie, con baterías potentes y riffs más naturales.
Al empezar el auge del indie más mainstream, los grupos pudieron empezar a crear una música muy interesante: escuchable, bailable, pero con garra y sentimiento y que abarcaba un público muy amplio. En Estados Unidos tienen dicho estilo muy por la mano: nosotros tenemos a Alison Darwin.
Con apenas tres temas al descubierto, el trío barcelonés no para. Allá donde miremos aparecen, sin hacer mucho ruido hasta que suenan los primeros acordes. Un rock alternativo fácil (que no simple) y ecléctico que nos recuerda a bandas como VersaEmerge o Pvris pero con una voz muy singular. Parecida incluso (permitidme la comparativa) a la de Dolores O’Riordan de The Cranberries.
Es precioso ver a un power trio batallando desde abajo y ganando tanta presencia, sin tan siquiera haber estrenado su primer EP. Hard Rock Café, BalconyTV, Fnac… bolos de renombre para una banda que sube fuerte y no tiene intención de detenerse. A punto de publicar su primer corta duración, nos dejan temas como «The Queen of the World», «Inglorious Mind» o «Apologize» para ir abriendo boca. ¿Cuándo verlos? Vendrán a vosotros, están por todas partes.