La colorista propuesta de Feli and the LemonShakers inundó el Costello Club a mediados de la semana pasada.
El emblemático Costello Club fue el espacio escogido por Feli and the LemonShakers el pasado miércoles 23 de enero para presentar su último EP —Highlife (Mint 400 Records, 2018)— ante el público madrileño. La propuesta de este trío —cuyos origenes se reparten entre África, Estados Unidos, Malasia, Suecia, España y Chile— conjuga un buen número de elementos bajo el estandarte de un pop ciertamente sui generis, en el que la melodía se disputa la primacía con el ritmo.
Este empujón extra recibido por el aspecto rítmico quedó patente desde el principio de la actuación. La vocalista Felicia Soumah estaba pertrechada con un pad electrónico, además de una panoplia de instrumentos de pequeña percusión entre los que se hallaba un shaker con forma de limón. Pero el trío también había sido aumentado a quinteto para la ocasión, contando con la presencia de un percusionista adicional y un bajista que fueron presentados como Javier y James respectivamente. Estos no fueron los únicos músicos que tomaron parte en el concierto y en «Naïve» se sumó un nuevo invitado a la guitarra acústica. Pero, dejando de lado los matices soul de la fabulosa voz de Felicia, la guitarra eléctrica de Anwar Glenn es una de las características definitorias del sonido de la banda, con un timbre limpio inundado de chorus y apenas rasgado por una ocasional pizca de overdrive, ideal para esos fraseos a veces descritos como «africanos» y de sonido que remite al de bandas como Talking Heads o Vampire Weekend. Con «Like a Feather» se produjeron nuevos cambios sobre el escenario, con Carlos Fornié abandonando el parapeto ofrecido por su batería para emplearse con un yembé. No sería esta la ultima variación expermientada por la puesta en escena y, durante la interpretación de una versión de «Let It Be» el baterista abandonó la percusión por completo para reemplazarla por un sintetizador.