El pasado domingo 24 de febrero la banda de Barcelona Martínez estrenó su primer LP, Grandes éxitos, en Freedonia. Observación: una muestra de maestría.
Fotografía: Andrea Rius
Las vibraciones preconcierto eran agradables. El local presentaba un aspecto de salud. Los miembros de la banda se mezclaban con los asistentes creando un clima cercano y amistoso. No había presión ni mucho menos. Entrabas y ¡uep! Te relajabas en unos minutos. El ambiente te recogía, te ponía una bebida en la mano derecha o izquierda y encendía el modo calma. Parecía que la velada iba a ser calmada. Ni mucho menos… Martínez tenía preparada una experiencia que no dejaría a nadie indiferente.La verdad es que más allá de un set list ejecutado con precisión, Martínez trajo hipnotismo puro. Destacaron los temas «No nos conoce ni Dios», «Crisis de los 30», «Animales» y una excelsa cover de «Blackbird», con la colaboración de Rocío Seligrat, cantante de la banda Sommeliers. Volviendo al concepto de hipnotismo puro, puede ser ese que tiene un punto de aislamiento naíf. Todo parece estar dispuesto a deslumbrar. Es estar quieto mirando el escenario sin cambiar de posición. Eso es muy bueno.

Martínez traza rumbos sobre el escenario. Es un hecho. Un sí o sí. Su directo te lleva a algún sitio. En el caso de un servidor, fue un espejismo de paseo marítimo, luego una playa pixelada, de videojuego, y finalmente a una ciudad dónde los edificios son como castillos pequeños de piedra. No había sustancias alucinógenas de por medio. La verdad es que eso fueron algunos momentos, pero creo que es bueno apuntarlo y eso que es experiencia propia. Seguramente cada espectador proyecte otros escenarios completamente distintos. Ya más atado a la sala, daba la sensación de estar oliendo por primera vez los aromas de la música en directo.
Aún siendo el primer concierto de la formación, ni mucho menos era la primera batalla de los miembros de Martínez. Se notaba. Manel Priego dominaba la batería sin ningún problema. Desplegaba un arsenal de patrones que uno no sabía por donde venían los tiros. En el flanco izquierdo del escenario, el bajo de Ignacio Sabadell descargaba líneas melódico-rítmicas con su bajo, un buen «bum, bum, bum». Una sección rítmica fuerte pero a la vez de asombrosa fluidez. El fuego de cobertura era perfecto para que Anscari Montori tejiera un mundo místico con su guitarra y efectos siderales. Fluyó arriba y abajo por el mástil llevando al público a un estado de fijación y aislamiento. Una mezcla de carretera rockera con lagunas psicodélicas. Entonces apareció Xavi Casanueva. El compositor y cantante de Martínez mostraba el camino con unas melodías de voz sutiles pero con mucha fuerza y proyección mientras que su guitarra, a veces soleando y a veces ejerciendo de rítmica, moldeaba con decisión la ruta del directo. Cuando alzaba la voz, los asistentes no podían quitar los ojos del frontman. Como un rayo. Cuando se encendieron las luces, la banda bajo del escenario y la sala volvió al silencio musical, quedó la sensación de vacío después de haber disfrutado. Pero eso está bien. Está muy bien Martínez.