Nos pasamos por el Moby Dick Club para reencontrarnos con Fuckaine y descubrir a un nuevo valor del underground ruidoso: Suko Pyramid.
Fotografía: Eva Sanabria
Cámara Olympus OM-D E-M10 Mark III
En busca del ruido perdido y del santo sintetizador. Harrison Ford abandona su papel y es Mac DeMarco quien resurge de entre manidos sonidos para hacer una limpieza de oído y purificar los prejuicios que todas nosotras tenemos sobre qué es bueno, qué está bien y qué debe escucharse. Deja el látigo por las mezclas y las clases de universidad por los conciertos. Tras lanzar su mensaje por todo el universo, en España se encuentran dos formaciones en el espacio-tiempo que se reconocen en su acción desde el primer momento: Fuckaine y Suko Pyramid. Y el destino quiso que el pasado 16 de marzo compartieran escenario en el Moby Dick Club de Madrid. La demo y la posproducción. Presente y futuro de lo inclasificable.
Suko Pyramid es el sobrenombre tras el que se escuda Adrián, un cariñoso joven de veinte años, con cierto gusto por el humor negro y el show. Y con perfil de Tinder activado. Ground Control apostó por ellos en el pasado Monkey Week sin apenas desvelar datos sobre su trabajo. Sus canciones se comparten públicamente y sus publicaciones no atienden a ningún tipo de orden. Igual que su facilidad para combinar estilos y crear esa mezcla tan difícil de encontrar que es el ruido (con)sentido. Tan rápidamente se deja llevar por el rock progresivo como se presenta acompañado únicamente de una guitarra y se pone meloso. Se contagia del picorcito del funk y de la bossa nova como atiende a la llamada de ramalazos por el grunge y el pop (sí, yo también escuché a Maroon 5 en el pre-bis). Un concierto indefinible y, por tanto, necesitado de una segunda toma para reconocer si estamos ante un hype más o ante una nueva ilusión. Un concierto que acabó con el primer tema tocado por Suko Pyramid mientras mi pequeño poni los observaba desde el amplificador. Y los presentes creían ver a Andy Kaufman redivivo.
Realizado el calentamiento, le tocaba el turno a los (ya) veteranos Fuckaine. Olvídate de las cajas de experiencias y de los regalos de Groupon. Los noventa se nos han escapado de las manos con la reciente muerte de Luke Perry y las camisetas de Nirvana vendidas por Inditex. Por eso han reconvertido Pizza Valentine (Industrias Bala, 2016)en un viaje desde el pop hacia el progresivo. Por eso su sonido y directos siguen funcionando como un batido norteamericano de película de sobremesa: en él encontrarás todos los alimentos que secuestraste del frigorífico para paliar la ruptura y, sin embargo, el resultado será fabuloso. Fuckaine han ganado en empaque y colosalismo en su directo, aumentando las pistas y haciéndose cada vez más amigos de los cacharros electrónicos. Frontman deportivamente excelso, teclista intenso coreógrafo, baterista de muñecas contundentes y una Tábata cada vez más protagonista como muestra su último sencillo, «Saigo». El público bailaba como si de un festival se tratase y sólo esperábamos que Curro se uniera a la fiesta en la popera «Expo ’92», ayudase a Fran con los cables de la guitarra o poguease con el viraje oscuro de «Hooray» o «Tale from Cairo». Sus antiguos temas han evolucionado a la par que su sonido y, por ello, una siempre espera sorprenderse con sus novedades. La búsqueda de ruido entre tanto sonido blanco. Incómodos. Inclasificables. Hipnóticos. La puerta con el apartamento a Torrevieja o la entrada que te lleva a un concierto de Fuckaine. Tú decides.