Compartimos el primer café de la mañana con el músico vallisoletano David Vila para hablar acerca de Vila Chinaski, su proyecto actual.
En primer lugar, cuéntanos qué es Vila Chinaski, qué música haces y cuántas novelas de Charles Bukowski has leído.
[Risas] Así nos ahorramos esa típica pregunta sobre el nombre del grupo. Vila Chinaski es un proyecto personal que he iniciado hace un año aproximadamente, pero que llevaba en mi cabeza un montón de tiempo. Llevo quince años en la música tocando en diversos grupos en los que me he involucrado mucho, que contaban con canciones mías pero que no eran mi proyecto personal. No he estado en bandas en las que me limitara a tocar el bajo o la guitarra: yo empecé siendo bajista pero siempre he querido involucrarme un poco sin que nadie me diga cómo tocar. Mi última banda ha sido Bicycle Thief, un grupo de folk en inglés. Y siempre oía la misma frase después de los conciertos: «esto mola mucho, pero tendría que ser en castellano». Yo no lo entendía entonces y me tocaba un poco las narices que me dijeran eso, pero a raíz de un cambio en mi vida —me fui a vivir a Chile— me enamoré de la música latinoamericana: chilena, mexicana, argentina… Mi estancia en Chile definió ese cambio y ahora me encuentro muy a gusto en castellano, creo que no podría volver a componer en inglés. Vila Chinaski es la evolución de ese bagaje y se nutre de canciones compuestas en Chile que hablan de viajes, del mar de las montañas y de lo que es estar aislado y lejos de casa.
¿De ahí el título de tu EP Altamar [Pasión Records, 2018]? ¿Podríamos considerarlo un trabajo conceptual o no llega a tanto?
Mis letras son un poco abstractas porque no siempre van a hacer que sigas una historia, pero canción tras canción vas viajando a través de sus melodías. En ese sentido sí es un poco conceptual.
El arte del disco también puede llegar a transmitir esa sensación.
Las ilustraciones son de Jorge Peña —alias Sr. Peñi—, un artista de Valladolid con quien quise trabajar porque si tienes algo muy bueno cerca tienes que aprovecharlo. Me transmitía cosas muy positivas y en cuanto le expliqué de qué iba el disco entendió perfectamente el estilo. Espero poder sacar en algún momento un libreto con todas las historias que él imaginó a partir de mis canciones.
Soy muy malo eligiendo canciones y siempre intento que alguien externo me ayude.
Con respecto a Altamar, ¿son «El glaciar» y «Mañana» tus canciones preferidas o las que pensaste que mejor podrían funcionar como adelantos?
En este tema siempre he sido indeciso porque compongo mucho. Yo le pasaba canciones a mi mánager mientras estaba en Chile y cuando reuní unas cuarenta me dijo que tenía que volver, elegir y grabarlas. En ese momento yo estaba en el tren yendo a mi trabajo y fue entonces cuando decidí volver a España. Eso siempre se lo he dejado a él, y también a Ludovico Vagnone, el productor del EP. Soy muy malo eligiendo canciones y siempre intento que alguien externo me ayude, porque le cojo cariño a todas y acabaría eligiendo todas. Las cuatro canciones fueron elegidas por ellos dos y «El glaciar» fue escogida como primer single porque es la que más sonidos mezcla y la que mejor representa lo que es Vila Chinaski. «Mañana» es un poco más cañera y guitarrera y se escogió para demostrar que no todo es pop y que también hay otros matices. Es la que más rompe tanto en las cuatro canciones del EP como en el repertorio de directo.
De dónde procede tu interés por aunar guitarras acústicas y sintetizadores en una misma propuesta?
Quizá es un poco quedarme entre dos tierras sin definirme, pero me parece que es algo que no está demasiado usado en España. Un referente para mí son los mexicanos Siddartha, llevan esa dicotomía de hacer cosas más acústicas con sintetizadores que por separado serían un tema tecno.
¿Cuáles fueron las razones para escoger Ludus Studio para grabar tu primer EP? ¿Cómo fue la experiencia de grabar bajo Ludovico Vagnone?
Queríamos que el disco sonara bien y que fuera una pequeña sorpresa para la gente que espera pop ultramarino con influencias latinoamericanas. Y por supuesto, la principal razón es que surgió la ocasión de grabar con Ludovico y no iba a desaprovecharla porque siempre ha sido un referente como productor y odo lo que hace son cosas increíbles. Por eso lo escogimos como productor, pero cuando nos reunimos con él en su estudio también decidimos que él fuera el arreglista, para que le diera un toque fresco a las canciones. Me sorprendió que, siendo una persona con tanto currículum, trabajara de manera tan natural.
¿Llevaste las canciones ya arregladas o únicamente maquetas con guitarra y voz?
De hecho, una semana antes estuve trabajando con un productor amigo y estuvimos grabando al grupo completo, pero Ludovico ni siquiera quiso escuchar el resultado, explicando que si quisiéramos grabar las canciones así entonces no necesitaríamos contratarlo a él como arreglista. Muchas de las partes que habíamos complicado él las redujo a lo mínimo: lo tenía superclaro y me hizo entender que la simplicidad de algo bien hecho muchas veces gana a algo complejo. La verdad es que estoy muy contento.

Quería que mi voz se escuchara y fuera protagonista: para eso he concebido las canciones.
Las voces están en primer plano, quizá porque Ludovico Vagnone ha trabajado con muchos cantantes melódicos. ¿Es algo que ya tenías en mente o partió de él?
En este proyecto quería darle peso a la letra y al contenido de la canción. Quería que mi voz se escuchara y fuera protagonista: para eso he concebido las canciones. Quizá en otros proyectos en los que he estado no hacía tanta falta.
¿Actúas siempre con banda en directo? ¿Hasta qué punto el sonido de «Lista para el baile» puede ser representativa de tus conciertos en solitario?
En realidad tenemos tres sets. El primero sería el set con banda formado por Jaime a los teclados y las programaciones, Dino que lanza algunas bases, toca el bajo y hace coros, David a la guitarra y coros y Diego en la batería. Las canciones del EP suenan prácticamente igual que en la grabación. El set acústico puro somos mi guitarra y yo [risas]. Es la esencia de las canciones y a mí me gusta mucho tocar en acústico. Ahora estamos preparando un tercer set para lugares pequeños en los que no queremos perder la pegada, con Jaime al sintetizador y a la guitarra, además de lanzar algunas bases con un pad.
La mayoría de los proyectos en los que he estado involucrado son música para vivir un poco más de cerca, en una sala pequeña con la gente respirando a tu lado.
¿Qué planes tienes para después de tu concierto de presentación en Madrid? ¿Crees que tu propuesta es atractiva para el público de festivales? ¿Es un circuito en el que te gustaría introducirte?
Creo que la propuesta de Vila Chinaski sería apropiada para un festival y estaremos en algunos este año, pero no es el objetivo. Este proyecto gana mucho en las distancias cortas. Por ejemplo, cuando toqué con Rozalén lo hicimos ante 20.000 personas y fue una experiencia increíble, pero la mayoría de los proyectos en los que he estado involucrado son música para vivir un poco más de cerca, en una sala pequeña con la gente respirando a tu lado. Siempre es una energía más interesante, pero los festivales son hoy lo que da de comer a las bandas y los que hacen que durante el año tengas público en ciudades que no son la tuya. Además, para mí lo más importante siempre ha sido la «cara B» del festival, el escenario pequeño.
Por último, recomiéndanos un grupo emergente que creas que merece mayor atención.
Uno de los músicos que más me gustan es Kiko Sumillera. Él trabaja en El Volcán Música y quizá por eso no se le tiene tan en cuenta como artista, pero este viernes saca disco. Escribe unas letras que son la hostia.
Vila Chinaski presentará su EP Altamar en el Tempo Club de Madrid el viernes 29 de marzo. Las entradas están disponibles en Wegow y giglon.