Asistimos a la presentación de Venganza en Madrid, uno de los conciertos en el ecuador de la gira planeada por Caniche Macho.
Fotografía: Eva Sanabria
Paco Barco y Alberto Octavio son Caniche Macho, una formación que pasa de dúo a quinteto en ocasiones tan señaladas como la presentación de Venganza (autoeditado, 2019) en Madrid el pasado viernes 5 de abril. El lugar escogido por la banda fue un Costello Club cuyo escenario se mostraron reticentes a compartir en esta fecha tan importante para ellos. Por mi parte, esta era una de esas citas a las que me resisto a faltar a despecho de su difícil encaje en mi agenda. El incuestionable interés que Venganza había despertado en mí fue potenciado por una reciente conversación con Paco Barco, quien se mostró dispuesto a diseccionar su propuesta para nosotros hasta llegar a los entresijos más íntimos.
Más o menos a la hora anunciada los músicos salieron a escena a través de la pequeña puerta del camerino, empleando apenas unos instantes en ocupar sus puestos y empuñar sus instrumentos antes de arrancar con «Los invitados», con una breve cuenta de tres a cargo del baterista Alberto García a modo de ceremonia de apertura. No creo que la elección de este tema tuviera mucho de casual: es también la canción que abre Venganza y de este modo quedaba clara la intención de Caniche Macho de dedicar la velada a su segundo trabajo. No obstante, «Árboles y ruinas» y «Cuervo y paloma» dejaron claro que el repertorio contenido en Palabras para flores y serpientes (autoeditado, 2018) no iba a ser completamente ignorado —ni mucho menos— en favor de los temas nuevos.
Una breve pausa, puntuada por la presentación de la banda realizada por Paco Barco, marcó la llegada de «Breve la humedad». Este es uno de los temas más notables de Venganza y, por si la sonoridad de la letra y la belleza de sus melodías no supusieran un estímulo suficiente, el cambio de tempo en los estribillos la dota de un interés casi excesivo. La siguió una «Siete de picas» que fue presentada como una de las canciones especiales para el proyecto, que llevaba con ellos desde sus primeros tiempos aunque nunca la hubieran grabado hasta fecha reciente… pese a lo cual, finalmente no había sido incluida en Venganza. Ese «siete de picas marcado con gotas de sangre marrón» fue sucedido por los teclados setenteros de «Círculos rojos», que a su vez dieron paso a esa mezcla de cachondeo narrativo y leyenda urbana que es «Huang». El guitarrista Álvaro Hernangómez fue invitado entonces a añadir su guitarra acústica a las interpretaciones de «La luz» y «La nueva ciudad», con el talante poético de esta última siendo uno de mis momentos preferidos de la noche, por más que la versión registrada en el segundo trabajo de la banda no hubiera llamado previamente mi atención.
Tras la retirada del guitarrista invitado llegó uno de los momentos más esperados de la velada: «Motivos para matar». Hasta el último momento confié en la aparición por sorpresa de Ariadna Paniagua, pero aquella no iba a ser una de las noches en las que vería a la vocalista de Los Punsetes sobre un escenario, si bien Paco Barco y Alberto Octavio defendieron el tema con la solvencia que cabía esperar. Tras «Reservas indias» sí llegó el momento de que saliera a escena Javier Álvarez, un invitado cuya presencia había sido anunciada días atrás. Pero antes de atacar «Félix Palmer», Javier dedicó unos momentos a compartir con nosotros su opinión sobre el segundo disco de Caniche Macho —mejor que el primero—, además de conminarnos de manera perentoria a hablar en voz baja porque el volumen de las conversaciones comenzaba a resultar atronador. Entonces sí, «Félix Palmer» fue interpretada a tres voces de manera magistral. «El caos y la transformación» podría haber servido como un apropiado final para la actuación de Caniche Macho, pero la retirada amagada por el grupo fue a todas luces falsa. Los músicos no tardaron en regresar con «Trinidad», esa especie de banda sonora de spaghetti western que sirvió como carta de presentación de su segundo álbum y que, de hecho, fue el primer tema del grupo que yo mismo escuché. Finalmente, «2000» sirvió como transición hacia «Lo que queda en la cuneta», apropiado final para la noche y ampliamente coreada por un público que mostró un notable conocimiento de la lírica pergeñada por Paco Barco. La actuación de Caniche Macho había transitado por un buen número de territorios sonoros, gracias en buena medida a la banda que acompañaba a Alberto Octavio y Paco Barco, formada por Alberto Guzmán a la guitarra, Orlando Barco al bajo y Alberto García a la batería. Pero resulta difícil no destacar a este último, dotado de una de las pegadas más versátiles que he tenido ocasión de ver en epoca reciente. Tan solo espero que este concierto de Caniche Macho en formato completo no quede en rareza y sea un acontecimiento del que pueda volver a disfrutar en el futuro.