Continuamos relatando nuestra primera visita «oficial» al festival Tomavistas: esto fue lo que vivimos durante su segunda jornada, celebrada el sábado 25 de mayo.
Fotografía: Aída Cordero
Aquí puedes encontrar la crónica de la primera jornada del Tomavistas 2019.
Tras reponerme de la jornada inaugural del festival Tomavistas, el sábado por la mañana regresé al Parque Enrique Tierno Galván. La hora era tan razonablemente temprana que llegué a tiempo de ver la «sesión vermú» que tuvo lugar en el escenario Dr. Martens (ya sabéis, el mediano) de la mano de las chicas de Cariño. Este trío afincado en Madrid ha sido una de las bandas ineludibles de la escena independiente durante el último año y su temprano fichaje por Elefant Records sumado a su trabajo en salas de conciertos ha dado lugar a que se haya contado con su presencia en un buen número de festivales. Con todo, aún no había podido ver a Cariño sobre las tablas así que me acodé sobre una de las vallas protectoras que separaban al público del escenario para disfrutar de un concierto en el que el talante festivo del público reflejó el de la banda, que ofreció un repertorio en el que no faltó la reciente «La bajona» —el palabro en cuestión está haciendo las veces de leitmotiv en la música de estas chicas— y que reservó para la traca final «Llorando en Vespino», «Bisexual» y «Canción de pop de amor». Hubo espacio para un par de temas nuevos porque, al decir del grupo, de alguna manera tenían que llenar un espectáculo de cuarenta minutos. No llegó a quedar claro si la primera de las canciones nuevas tenía título o no —hubo un amago de debate sobre el escenario—, pero la segunda fue presentada simplemente como «Este finde no salgo».

Las dos de la tarde se me antojó una buena hora para salir a comer y decidí dejar a Soleá Morente y Napoleón Solo para mejor ocasión, regresando al recinto del festival para encontrarme con el concierto de Enric Montefusco ya mediado. Cerca del final, cuando la banda del músico barcelonés atacaba «Adelante, Bonaparte» de los añorados Standstill, el sonido cesó abruptamente. Enric Montefusco había rebasado el tiempo asignado, si bien no pareció importarle y descendió del escenario para interpretar algunas canciones más en un rigurosísimo acústico al que el sonido del sousafón contribuyó a dar cierto cuerpo.
Mientras tanto, el escenario mediano fue reacondicionado para acoger a los angelinos Frankie and the Witch Fingers. Su propuesta garajera con una sorprendente tendencia hacia el rock progresivo no hizo demasiada mella en mí y en lugar de quedarme hasta el final huí hacia el escenario Wondo (el principal, recordad), donde conseguí una de las codiciadas plazas de primera fila y me dispuse a aguardar el comienzo del próximo concierto.
La salida a escena de las australianas Stonefield no se hizo esperar. Ataviadas con distintivos trajes de colores, las hermanas Findlay ofrecieron una generosa ración de su rock psicodélico, en el que destacaron «Far From Earth» y «Delusion». Durante las últimas semanas había escuchado más unas cuantas veces su último álbum, pero me llevé una buena sorpresa al descubrir que la vocalista principal de la banda es la baterista Amy, capaz de compaginar baquetas y micrófono con insolente facilidad. Es posible que Far From Earth (Flightless, 2018) muestre algunas huellas demasiado visibles de la influencia de King Gizzard & the Lizard Wizard, pero ello no impide que sea un disco interesante por derecho propio.
Pese a que mi propósito era no despegarme demasiado del escenario Jägermeister (el pequeño, no lo olvidéis), no fui capaz de interesarme durante demasiado rato por la propuesta electrónica de R.E.A.L. y finalmente me atreví a recorrer la distancia que me separaba del escenario mediano y del concierto de The Beths. Su jangle pop resulta tan cómodo y poco aventurero como nuestro pijama favorito y, sin embargo, canciones como «Future Me Hates Me» o «Little Death» son tan cautivadoras como solo el mejor pop puede serlo. Las guitarras juguetonas de Jonathan Pearce y la habilidad vocal de Elizabeth Stokes avivaron mi interés por la banda y sospecho que el debut de The Beths será uno de los discos a los que regrese tras este Tomavistas.
Solo vi el concierto de Morgan de soslayo mientras regresaba al escenario pequeño decidido a no perderme a Yawners, una de las bandas que había marcado con tinta roja en mi programa. La ubicación del escenario a esa hora obligaba al público a encarar el sol con estoicismo mientras la vocalista y guitarrista Elena Nieto miraba hacia atrás impaciente, aguardando el final del concierto de Morgan para poder dar comienzo a su propia actuación. El repertorio recorrió las canciones de Just Calm Down (La Castanya, 2019), desde una «Please, Please, Please» que no se hizo esperar hasta un apabullante final a cargo de «The Friend Song» y «La escalera», que el público continuó coreando cuando la banda ya había terminado su actuación. Detalles como este deberían hacer que más de un músico nacional se replanteara su anglofilia, aunque esa sea otra historia.

El sol ya no incidía tan dolorosamente sobre nuestros ojos, pero tocaba acudir al escenario principal para ver a los cabezas de cartel oficiosos de este Tomavistas: los madrileños Carolina Durante. La energía transmitida por el vocalista Diego Ibáñez contrastó con el estatismo del resto de la banda, aunque durante «Cementerio (El último parque)» se las arregló para inutilizar su pie de micro. El cantante hubo de continuar el concierto micrófono en mano, aunque no pareció importarle demasiado a juzgar por una intensa actitud que mantuvo durante toda la actuación. «El himno titular», «En verano, ornitofilia» y «El año» nos prepararon para el final, a manos del inevitable «Cayetano». No obstante, los momentos más interesantes de su actuación fueron las palabras de agradecimiento dedicadas a la organización del Tomavistas por hacer un festival diferente, además de un saludo al inefable Marcelo Criminal sucedido por un amago de canturreo de «Solán de Cabras» que, por fortuna, quedó en intentona. El baño de multitudes de la banda fue tan incuestionable como su triunfo: me temo que nos queda Carolina Durante para rato.

De nuevo un duelo. ¿Hinds o Terrier? Hubiera preferido con mucho ver a los segundos, aunque las aglomeraciones hicieron que resultara físicamente imposible acceder al escenario pequeño y hube de conformarme con escuchar a las ciervas desde la distancia, mientras hacía cola en los food trucks para conseguir algo de comida. Me pareció reconocer el riff principal de «The Club», pero no estoy completamente seguro.

Finalmente llegó el gran momento de la jornada: el concierto de Spiritualized. Con una aparatosa puesta en escena que se permitió el lujo de incluir a tres coristas de góspel, la banda capitaneada por Jason Pierce llevó a cabo una actuación que no resultó especialmente accesible y que bien podría describirse como un concierto para iniciados: esto es café para muy cafeteros, como cantan Camellos parafraseando un anuncio de la década de los noventa. Su repertorio se basó casi exclusivamente en su último trabajo y quienes hubieran ido con la esperanza de escuchar Ladies and Gentlemen We Are Floating in Space (Dedicated, 1997) debieron llevarse un buen chasco.

Aquí término mi visita al Tomavistas. Había pasado la mayor parte del día en el recinto del festival y los duelos entre Mucho y Trepàt o Joe Crepúsculo y Awwz me empezaban a ir algo grandes. Mi interés por la propuesta de Friendly Fires era ciertamente comedido, pero sí me hubiera gustado ver a Deerhunter en directo: quizá la próxima vez.

Tomavistas 2019: algunas conclusiones
No puedo resistirme a dejar por escrito algunas reflexiones sobre la quinta edición del festival Tomavistas, que en términos de público ha sido la más exitosa hasta la fecha.
- Tomavistas ha tocado techo: No parece posible introducir más gente en el recinto actual y, sin embargo, la organización del evento resultó prodigiosamente efectiva, con las colas en los puestos de comida, barras de bebida y baños químicos reducidas a mínimos aceptables incluso durante las horas punta.
- Tres escenarios son demasiados: Si algo no me gusta de los festivales es verme forzado a elegir entre varias bandas que compiten por la atención del público en una misma franja horaria. Hasta ahora Tomavistas había estado libre de estos derroches, pero la adición de un tercer escenario —destinado a acoger las propuestas más emergentes— supone una incursión en el territorio reservado a los festivales de mayor tamaño. Un punto positivo es que el escenario Jägermeister ocupó el lugar antaño reservado para la zona VIP, hoy reducida a un recinto vallado que más parecía una granja avícola que un lugar de privilegio para el público más pudiente.
- Necesidad de medios de pago alternativos: El experimento semifallido con Verse en 2017 no debería disuadir a Tomavistas de buscar una alternativa a los molestos Tuents, una forma de pago que solo satisface a Telefónica. Hoy las fintechs proliferan y sería imposible no encontrar un sistema mejor.
- Compromiso con el medioambiente: La controversia que rodea a Ecoembes arroja algunas dudas sobre la sensibilidad medioambiental de Tomavistas, pero hay pocos reproches que hacer a la organización en este apartado más allá de la ausencia de fuentes de agua.
- La Gibson SG es tendencia: El predominio de las guitarras Fender entre la parroquia alternativa resulta notorio, pero el repunte de Gibson entre guitarristas que no necesariamente están entre los más rockeros del lugar se ha convertido en incuestionable.