Ceesepe, testimonio del vicio

Ceesepe, testimonio del vicio

El centro social y cultural La Casa Encendida de Madrid recupera la figura de Ceesepe en la exposición «Vicios Modernos. Ceesepe 1973-1983».

El próximo mes de septiembre se cumple un año de la muerte de Ceesepe (1958-2018), historietista incansable de los mil y un personajes del lumpen que se revolvía en aquel Madrid de los últimos coletazos (oficialmente) franquistas. Tienes hasta entonces para acercarte a la exposición «Vicios Modernos. Ceesepe 1973-1983», de La Casa Encendida y sumergirte, a través de diez años de tebeos, carteles y collages, en la sordidez gris de aquellas calles madrileñas repletas de chulos y maleantes, músicos callejeros y sexo de cuarto de baño de bar, antes de que todo hijo de vecino se subiese al manido carro de eso que vino a llamarse la movida.

Si nos retrotraemos a la España de mediados de los setenta, inmersa aún en una dictadura trasnochada que intenta lavar con agua turbia su imagen a la vista internacional, resulta fácil imaginar a un chico de dieciséis años, con talento para el dibujo y la tinta china, plasmando a través de viñetas lo que recrea en sus mundos privados y lo que ve en el día a día de su barrio: amantes nocturnos, yonquis castizos, prostitutas, feligreses de barra de bar y, sobre todo, músicos. Músicos por todas partes. Las viñetas y cuadros de Ceesepe están tatuados de desenfreno sensorial, en sexo salvaje y onírico, en exceso, en un halo marginal y reaccionario que empieza ya a colarse por las fosas nasales de una generación española acelerada que será la encargada de la propia regeneración a base de, sencillamente, vivir en libertad.

A caballo entre La Rambla y el Rastro, la obra de Ceesepe actuará como puente entre el underground barcelonés de Nazario o Mariscal desde el Grupo Rrollo y la explosión de la contracultura madrileña de la Cascorro Factory, que funda junto a Alberto García-Alix en 1976 y que es digna heredera del esperpento y el costumbrismo más grises, fieles a la heterogeneidad social del momento. La juventud española está a finales de los años setenta prácticamente desclasada, ya que desde el momento en que uno ansía la libertad se convierte en marginal, sin importar la cuna de la que venga. Es esta mezcolanza la que atraviesa de arriba a abajo toda la obra de Ceesepe, desde las viñetas en bolígrafo de sus orígenes, pasando por sus memorables historietas para El Víbora, hasta sus portadas a todo color, incluyendo la del New Yorker. Con un estilo distintivo que bebe en primera instancia del pop art británico, su obra se irá sofisticando y llenando de un colorido rabioso, con influencias de Lautrec, Modigliani y, de forma notoria, Chagall.

A mediados de los años ochenta, Ceesepe se desmarcará definitivamente del cómic para centrarse en la pintura. La exposición que nos ofrece La Casa Encendida es, por tanto, una rendija por la que echar una ojeada potente a los orígenes: eso que se cocía en la quijotera de aquel chico que vendía fanzines grapados en un puesto del Rastro hasta convertirse, años más tarde, en artista total y referente indiscutible de toda una generación.

Ceesepe - Galeria Moriarty
Ceesepe – Galeria Moriarty
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