La promotora Proyecto Waikiki ha inaugurado un nuevo año de conciertos con Celia es Celíaca y Monstruopicales en un evento celebrado en el Maravillas Club.
Incluso en lo más crudo del suave invierno madrileño hay quien es capaz de vislumbrar la llegada del verano. Esa es la promesa tras la programación de la promotora madrileña Proyecto Waikiki: palmeras cimbreantes, una suave brisa y la calidez del sol estival. Dos fueron las bandas que el pasado sábado 11 de enero subieron al escenario del Maravillas Club para hacernos olvidar la distancia que nos separa del próximo verano: Monstruopicales y Celia es Celíaca.
Como la banda más evidentemente tropical del evento, los chicos de Monstruopicales fueron los encargados de abrir fuego. «Mazo flama» arrancó con tal puntualidad que buena parte del público aún hacía cola para descender la escalera de acceso a la sala. Es probable que «Señor H» fuera una de las canciones más antiguas escogidas para sonar aquella noche, con el cancionero de la banda cada vez más centrado en sus entregas más recientes: «Sudaqueo» y «Animal», entre otras. En una de sus intervenciones el vocalista Álex nos alertó sobre el carácter dual de los conciertos del grupo, con una parte centrada en su propio material y otra dedicada al bailoteo en general y al reguetón en particular. La advertencia no fue en vano y la banda no tardó en perpetrar un popurrí a base de los momentos estelares de «Yo quiero bailar» de Sonia y Selena, «El baile del gorila» de Melody y «Que la detengan» de David Civera. Con todo, el concierto resultó francamente divertido con el cuarteto desenvolviéndose con evidente soltura antes de despedirse con una «Yo quiero ser Carolina Durante», que bien podría servir de himno inspirador para toda una generación de jóvenes músicos underground.
Celia es Celíaca es —al menos en teoría— un grupo de intención menos tropical, aunque ello no impidió a su vocalista Celia darnos la bienvenida a Hawái tras un binomio inicial compuesto por la tranquila «Despechos de autor» y la más fogosa «Extra ordinaria». Tras recordarnos de este modo que su propuesta es tan capaz de exhibir sensibilidad como de hacer alarde de un gamberrismo algo juguetón, «Septiembre» y «Quiero un grupo punky» continuaron ahondando en la vis más rockera de la banda. Bien apoyada por sus compinches, Celia —descalza ya antes de salir a escena— recorrió un repertorio que oscilaba entre Kosmos (autoeditado, 2016) y Despechos de autor (autoeditado, 2019), con un claro predominio de las canciones de este último trabajo. La solo en parte controlada exuberancia de la cantante hizo que alguna vez llegara a estar al borde de quedarse sin aliento, aunque ello no impidió que recuperara la compostura a tiempo para empuñar una guitarra acústica con la que interpretó la emotiva «Carne de mis carnes». «Una nación» fue uno de los últimos momentos de un concierto tan emocional como enérgico, ignorando esos tópicos gastados que acusan al pop rock de quedarse en tierra de nadie.