La semana pasada VVV se anticipó a la publicación de su próximo disco al ofrecer casi por sorpresa un concierto en el Maravillas Club.
Fotografía: Eva Sanabria
La programación del Maravillas Club para el pasado viernes 24 de enero prometía la presencia de Chiens de Chasse acompañando a VVV, pero una búsqueda en la red se reveló infructuosa. Tan solo encontré algunas referencias dispersas y una página en Soundcloud, pero la palabra mix aparecía tan a menudo en los títulos de sus temas que me disuadió de darles un tiento. En cualquier caso, a las 22:00 todavía me encontraba en la cola de entrada cuando Manu —bajista de VVV— me hizo a un lado para acceder a la sala y subir al escenario, donde ya se encontraban Elinor y Adrián. De este modo la actuación comenzó con una puntualidad que agradecí para mis adentros, hastiado tras la espera del comienzo de la mayoría de conciertos a los que asisto.
Completado por Adrián y Elinor, el trío madrileño no parecía terminar de encontrarse cómodo y, tras el primer tema, Adrián reclamó más reverb a cabina. Ese pequeño movimiento de uno de los faders de la mesa de mezclas obró el milagro y el grupo la emprendió con la fantástica «Vodka y Percocet», siguiéndola con el tecno bailable de «Bombo negro» y la sensacional «L’ennui», con Elinor arrancando notas a su guitarra mientras las cajas de la percusión programada sonaban como el tiroteo anunciado por Adrián al declamar «y dispara a matar». El trío contó con una colaboración para interpretar una de las nuevas canciones, aún inédita, cuyo estribillo insistía en el verso «mátame de amor», así que bien podría referirme a ella por ese título. Sus aires casi de copla hallaron un insospechado eco entre el público.
«Tú eres mi poder» supuso un retorno a las viejas formas más góticas y quizá menos bailables de la banda, mientras que «Oscura plata» proporciono a los asistentes una píldora de electropop potenciada por su enlace con «Hoguera». Pero aquella noche también fue el momento de sacar a pasear las novedades e «Invierno nuclear» vino a recordarnos que VVV prepara un nuevo disco. No obstante Adrián anunció tras ella los últimos tres temas, no sin advertir que uno de ellos era un clásico: no podía ser otro que «Nunca estuvimos tan lejos», una canción que se remonta a los orígenes del trío aunque podemos encontrar una pulida reinterpretación en L’ennui (Autoplacer, 2018). Para terminar, el trío se reservaba «Destrucción», un tema más que bailable y que sirve de testimonio de la coherente evolución llevada a cabo por la banda. El punto de salvajismo de la canción hizo que Adrián implorara preventivamente a los presentes que, por el bien de su equipo, no invadieran el escenario como la última vez. El público no hizo justicia al verso «todos mis amigos son la destrucción» y fueron Manu y Adrián quienes descendieron a la pista, bailando como derviches, grabando con sus teléfonos móviles y poniendo un temprano punto final —aún faltaba una hora para la medianoche— a un estupendo concierto, que no hizo prever sino lo mejor para su inminente próximo trabajo.