El sexteto madrileño Espíritusanto se despidió con un último concierto en la sala Siroco y pocas cosas hubieran podido impedirnos estar allí para verlo.
Fotografía: Eva Sanabria
El pasado sábado 22 de febrero un buen número de aficionados a la música nos congregamos en la sala Siroco para firmar el acta de defunción de Espíritusanto. No creo haber sido el único en hacerlo con cierta congoja: las despedidas nunca son fáciles y menos cuando se trata de decir adiós a una banda cuya música está tan presente en mi entramado emocional de la ultima década. Espíritusanto es una de las pocas bandas de las que he comprado discos en época reciente, aunque también atesoro sus canciones en mi disco duro —descargadas desde su página en Bandcamp, por supuesto— e incluso he llegado a memorizar no pocos fragmentos de sus letras.
Los componentes de la banda salieron a escena cuando la sala estaba aún a oscuras, ocupando sus puestos mientras se apagaban los ecos de «Transmission». La sorpresa de la noche —no del todo inesperada— fue ver a Reyes García junto a Andrés Federico: la vocalista original de la banda se alternó este puesto durante la noche con Elia Maqueda, quien la relevó hace unos años. Pero la banda ya arrancaba con la siempre excelente «Nadar a crol», sucedida aquí por «La distancia sobrante», una de las mejores canciones de Algo nos va a pasar (Discos de Kirlian, 2016).
Llegó el momento de las presentaciones, del todo innecesarias en una velada como aquella. Andrés nos conminó a no estar tristes por la despedida antes de emprenderla con «Estados fallidos», una de las canciones más antiguas del grupo. Elia aprovechó entonces para subir al escenario (¡tres cantantes en Espíritusanto!) y, tras «La clausura», el elenco vocal compartió con nosotros una pequeña píldora de la intrahistoria de la banda, explicándonos por qué había tres vocalistas sobre el escenario.
Podría limitarme a narrar el recorrido que la banda realizó por su repertorio recorrió aquella noche, pero sería algo fútil. Sí sonaron canciones imprescindibles como «Polígono industrial», aunque eché en falta su pariente cercana «Mineralia», otro de mis temas favoritos de Algo nos va a pasar. «La hambre», que sirvió en su momento para abrir El fondo del aire es rojo (autoeditado, 2014), aportó en este concierto una pequeña porción de oscuridad casi post-punk, aunque también me habría gustado escuchar la intensidad de su compañera «País Dogón», pilar de los conciertos de Espíritusanto mucho antes de que existiera en forma de grabación. Y, por supuesto, la banda no rescató «Andrés llega tarde», otro de los temas señalados de sus comienzos y del que no dudo que llegaran a terminar hartos.
Sin embargo, no creo que Espíritusanto fracasara al seleccionar un repertorio adecuado para su despedida, sino que el número de buenas canciones que la banda ha acumulado durante su década de existencia hacía imposible que interpretaran todas en el marco de un único comienzo. «Todas son temazos», llegó a decir una espectadora de las primeras filas al comienzo de la actuación. El final pareció llegar con «Masculino», pero la cosa no podía quedar así y tras la breve retirada de rigor, la banda regreso para ofrecer un último atisbo de Exfuturo (Jabalina, 2019) con «900 pasos» y finalizar, esta vez sí, con «Femenino». Hasta siempre, Espíritusanto.
