Relatamos un encuentro con CyberAngel, músico y artista audiovisual argentino que acaba de presentar «La república», sencillo acompañado de su propio videojuego.
CyberAngel es un músico, artista audiovisual y performer argentino que construye su universo desde Rosario, ciudad portuaria en el sureste de la provincia de Santa Fe, en Argentina.
Una especie de antihéroe de culto enraizado en el anime y el cyberpunk, la escena subterránea de su ciudad lo reconoce como un alquimista del siglo XXI, siempre adelantado en la búsqueda de nuevas formas de mixar la información. Breakcore, IDM, pop, trap, punk, games y DIY tecnológico se amalgaman bajo un concepto político-estético que él mismo acuñó como breakpop.
Además de su personal frecuencia musical, CyberAngel se destaca por las puestas en escena de sus presentaciones en vivo, experiencias algo inmersivas tanto para el público como para él y toda su banda.
Este inusual creador tiene dos LP publicados hasta ahora. Breakpop (autoeditado, 2010) y El vuelo del aguila midi (autoeditado, 2017). Sin mucho cuidado por los formatos de la industria, CyberAngel tiene además un puñado de simples que siempre llegan acompañados de alguna novedosa y superadora propuesta.
Recientemente CyberAngel presentó «La república», canción que llegó hermanada a un vanguardista videoclip que extiende la experiencia hacia un videojuego de libre descarga.
El tema fue compuesto, interpretado, grabado, mezclado y masterizado por CyberAngel. Coros y bajo sintético estuvieron a cargo por Julia Red Ryu, mientras que las voces fueron grabadas en estudio Godzilla por Fran Pesado. El resto fue gestado, con paciencia propia de un orfebre, desde su estudio: un laboratorio minimalista de blanco profundo donde, paradójicamente, no hay ningún tipo de conexión a la Internet.

¿Cuál es el concepto de «La república»?
Se basa en que me considero un diseñador de vibraciones en el aire, las cuales producen o remiten a algún sentir o visión. Cuando alguien escucha mi música en su cuarto, lo que sucede es que el aire en la habitación comienza a vibrar de la manera en que yo lo diseñé. Eso es bastante especial y es el concepto subyacente de todo lo que hago. A su vez entiendo a estos diseños como archivos que guardan determinada información a veces explícitamente y a veces no. En el caso de «La república», es un collage de vivencias propias con recursos estilísticos basados en películas y un imaginario de mi barrio (República de la sexta, Rosario) en el futuro. Si bien hay todo un contenido lírico que tiene sentido y que deja algunas puertas abiertas para completar lo que sucede, para mí es la forma que tengo de encriptar la verdadera data que es abstracta y no se puede decir con palabras.
La idea es Patricio Invaldi, tal es el nombre que se esconde tras la identidad del ángel cibernético, es siempre ir un paso más allá. Por eso, apenas unos días después del asombro y pequeño estallido de viralización que significó la aparición de simple, Cyberangel anunció que estaba disponible para libre descarga una extensión de «La república» en formato de videojuego.
El juego actualmente está disponible para ser descargado de manera gratuita para el inefable Windows 10. Es un juego muy simple que permite recorrer un escenario y hacer bailar al personaje con combinaciones de comandos mientras suena la canción.
Con el juego, el objetivo del multifacético creador era rebasar lo meramente estético y marcar un precedente conceptual para un nuevo tipo de videoclip interactivo simplemente invirtiendo los roles de los elementos. Según sus palabras: La música no acompaña el juego, sino que el juego acompaña y te sumerge en la música.
Sobre el proceso de realización del triple feature que significa «La república», el tiempo se remonta a algunos años atrás, simplemente a una reflexión silenciosa que a partir de allí empezó a madurar en acción concreta. Me di cuenta que el futuro audiovisual era ineludiblemente la realidad virtual y la interacción desarrollada en motores de videojuegos, explica.
Intenté buscar fondos del estado y la ayuda de colegas cibernéticos de mi ciudad para realizarlo, pero no di con nadie que se interese o pueda aportar sabiduría. Entonces decidí estudiar en la universidad cuántica YouTube para hacerlo yo mismo. Esto implicó aprender las bases de Unreal Engine (el motor de videojuegos), desarrollar un avatar de mí mismo en 3D mediante fotogrametría y modelado. E investigar algunos códigos de programación. Si bien comencé con una idea escenográfica y de atmósfera, en gran medida, fueron las limitaciones de conocimiento, tiempo y dinero las que modelaron la forma final de la obra que por suerte quedó muy bien.
Como imaginador de futuros inminentes, Cyberangel traza un mundo reconocible y dolorosamente extraído de la condición moderna, que abreva en las falencias de un humanismo cada día más distante y demasiado concentrado en el individualismo fatuo. Su campo de acción está conformado por la cibernética, la telaraña infinita de las telecomunicaciones de la araña madre www y los cuerpos sin calor.
Parte sustancial de las canciones de Invaldi están dedicadas a imaginar horizontes no tan lejanos en el tiempo. La construcción del imaginario de CyberAngel, por momentos, es oscura, en escenarios cuasidistópicos, pero no carentes de sensibilidad. Entre ultraviolencia urbana, cromo reinante y rascacielos como puntales de cielos lluviosos, los gestos de intimidad, sexo y amor resisten.

«Europa (satélite)», uno de sus más recientes simples, se refiere a la posibilidad de poder atestiguar la existencia de un árbol en el futuro. Semejantes imágenes abundan en sus pistas. Hay un balance entre nostalgia, probabilidades desesperanzadoras, producción en masa de clones sin voluntad propia y amor en jirones. En las canciones de CyberAngel las circunstancias puede ser oscuras y hasta ominosas, sin embargo, nunca se consagran al cinismo o a la resignación.
El futuro es transhumanista, la tecnología va a generar cambios tan profundos que la cultura se va a reformular radicalmente.
Siento algo de amor por la rotura, las imágenes distópicas y en algún momento de la semana seguramente me inunda la nostalgia. Pero a la vez me entusiasma el avance tecnológico y pensar cómo se van a dar las cosas, declara CyberAngel. Desde mi punto de vista el futuro es transhumanista, la tecnología va a generar cambios tan profundos que la cultura se va a reformular radicalmente por no decir que va a dar paso a algo totalmente nuevo. Casi todo lo que nos define como humanos va a cambiar en poco tiempo.
Al momento de introducir algo de este pensamiento en una canción, trato de quitarle la moral. Desde allí busco ubicarme, precisa. Es una descripción atmosférica, no tiene peso en lo más mínimo si estos sucesos terminan siendo buenos o malos, esa es la parte de la interacción donde cada une completa con su historia y deseo personal.
En la actualidad el formato disco está algo endeble ya que la industria demanda estar siempre en el candelero presentando alguna novedad, como singles, vídeos, etc. Casi siempre la obra es breve, sobre todo por la gran dispersión que nos tiene atrapados. Por otro lado, hay experiencias como las que ofrece el universo gamer, donde la música es clave para la experiencia inmersiva. ¿El formato disco sigue importando? ¿Los patrones musicales que manejamos desde hace décadas ya están caducos y no nos dimos cuenta?
Entiendo que por formato disco te referís a la concepción de un grupo de temas que encierran un historia e hilo conductor y no al disco compacto o de vinilo como objetos paleolíticos. En ese sentido y sobre todo en términos de comercialización creo que ya no tiene la misma importancia porque estamos en la era del scroll y posiblemente una serie de canciones no sean suficiente estímulo para que una mente creada en 2010, esté cuarenta minutos concentrada en lo mismo. De todas maneras, no pienso que los conceptos y patrones musicales estén caducos. Pero sí que van a permanecer en un nicho mucho menos masivo. Dando paso a nuevos medios. La realidad virtual, aumentada y mixta por sobre todas las cosas.
El arte y la búsqueda del artista tienen poco y nada que ver con un algoritmo.
La distribución de la música, hace no mucho tiempo atrás, era un problema. En ese sentido, los paradigmas cambiaron para mejor. Sin embargo, hoy el problema parece ser en cómo hacerse escuchar entre la sobresaturada oferta de información. ¿Hay estrategias útiles? ¿Es posible ganarle o despistar a los algoritmos?
La verdad que no lo sé. Fuera del dinero y los contactos, todo parece un poco random. Pero lo que me parece importante decir es que el arte y la búsqueda del artista tienen poco y nada que ver con un algoritmo. El aporte de alguien que se expresa genuinamente va mucho más allá de una representación cuantitativa de likes, views o dinero. Ese aporte es esencial para el desarrollo cultural de la empatía y la libertad. Cuando me preguntan, me gusta transmitir conciencia sobre ese valor. No porque el arte sea más importante que otra profesión, sino porque socialmente sucede todo lo contrario. Es la profesión donde menos dinero se hace, menos regulaciones hay para trabajar dignamente y estigmatizada socialmente, salvo que seas una persona que algoritmo eligió para transformar en un robot de entretenimiento masivo.
En la era de la diversidad y la información, por todo el planeta hay mentes que día a día rompen barreras en campos de la tecnología, la ciencia, la educación y el arte. Entre tanta transformación orgánica sucediendo de manera imperceptible, la data fluye y nos inyecta de nueva información de manera abrumadora. La omnipresencia de las redes sociales genera, hoy más que nunca, una dependencia voyeurista de niveles inéditos. Se trata, en palabras sencillas, de vivir pendiente de quien está al lado.
En esa tensión entre la nueva data y estar siempre mirando al otro creo que se genera un efecto de apaciguamiento, porque en lugar de sentirnos más inspirados en romper barreras, terminamos buscando copiar y repetir al otro para encajar mejor, buscando reconocimiento (likes) siendo como el otro, simplemente siendo uno más. Entre la emulación y la repetición, la multiplicidad de expresiones queda reducida a patrones de asimilación rápida. El hashtag es la autopista directa de ese reduccionismo; la etiqueta de validación que imanta likes.
En un mundo donde encajar en la norma es la ambición, CyberAngel se desprende de todo tomando un camino distinto, creyendo en la idea del breakpop: romper todo y reconstruir desde los cimientos las formas de concebir el arte.
Mi concepción del arte tiene que ver con el riesgo que implica abrirse para que la data fluya a través de uno. Decodificar energías que están ocultas para el resto de la gente y traducirlas en sonido, palabras, videos, etcétera, y de esa manera modificar el conocimiento a un nivel vibratorio y molecular. Eso hace el artista, se entrega vulnerable a la data. Es un obrar que requiere mucho valor y expande la libre expresión y la empatía, comenta CyberAngel, tomando distancia de la asimilación de la masa.
Pero lo importante es que ese no es el fin, sino la consecuencia. El fin no existe, allí radica el espíritu. El artista no debe nada, más que ser, agrega.
Romper el pop, es tanto un concepto como una misión. El breakpop es una forma de pensar una obra así como también significa una forma de relacionarse con los demás. Pero, sobre todo, es una postura política. Lejos de bajar línea partidaria o agitar banderas de retórica obvia, hay mucho de político en el artform de CyberAngel.
Invaldi es prudente para referirse a ese tema. Con calma, observa: Es un equilibrio complicado porque cuando realizo la música no estoy tratando de consensuar con nadie, ni tampoco gobernar a nadie. Y aunque tiene el filtro individual, ni siquiera siento que es algo muy personal. Entonces habría que discutir sobre alguna de las muchas definiciones de política a ver en cuál encaja o no.
Rápidamente, el creador remata: Lo que sí puedo decir es que por sobre todas las cosas, me interesa el desarrollo de la empatía y abogo por la pluralidad de estilos y voces. Creo que, en ese sentido, la música, por su nivel de abstracción, puede generar esa data en el plano más puro.