El primer largo de Ginebras, Ya dormiré cuando me muera, funciona como una máquina perfecta de pop: para repetir sin cansar.
Ritmos pegadizos, letras repletas de cultura millennial y mucha actitud. Ginebras no van de guais. Lo son. Son capaces de reunir a «Paco y Carmela» y marcarse una charanga en medio de la plaza del pueblo o meter el eslogan de una conocida cadena de comida rápida con la imitación de Carmen Lomana mientras te cuentan que lo viejo es barato, pero lo «Vintage» no. Sacan su lado más yeyé en su historia adolescente de baile de la primavera en «Chico pum» o reúnen en «Cosas moradas» a Unidas Podemos, Friends, Milka y La sirenita en una típica canción (de pop punk rumba). Y aún hay más, porque el cuarteto madrileño juega con tu subconsciente durante treinta minutos para secuestrarte la cabeza y perderte en el tarareo varios días después de la primera toma de contacto.
Ginebras inician Ya dormiré cuando me muera (Vanana Records, 2020) con uno de sus hits: «Crystal Fighters». Maratones en los festivales e historias incompletas entre bebidas isotónicas, sustancias psicotrópicas y escarceos amorosos. La mitificación de los conciertos en festivales como si al día siguiente fuésemos a morir. En apenas tres minutos te han conquistado y sólo han llegado los preliminares. La euforia es tal que mientras escuchas ese alarde al moderneo que es «Filtro Valencia» te imaginas que Ginebras son hijas del encuentro sexual entre La Oreja de Van Gogh y Pantocrator. El pop se instala en sus guitarras y en tu cabeza. Tu cabeza se mueve a su ritmo, pero no se espera el huracán que viene después: «6 AM». Mi debilidad. Esa canción que te gusta tanto como te desgarra por dentro cuando recuerdas tu pasado como cierrabares y los amaneceres de colores de Madrid. La capital es otra de las constantes del primer largo de Ginebras, convirtiéndose incluso en ese lugar de enamoramientos tan fugaces como un trasbordo como ocurre en el rock’n’roll «Metro de Madrid informa». Y si de amor hablamos, nada mejor que el final: «Campos de fresas para siempre». O de como The Beatles transforman y siguen influyendo en la música. Un homenaje con gusto, con esa mezcla añeja de melodía, guitarras pop y una expresiva (y preciosa) voz.
En la era de la velocidad y de las extrañas normalidades, es reconfortante encontrarse con discos como Ya dormiré cuando me muera y bandas como Ginebras. Sin pretensiones, pero con gusto, garra y gancho. Sin avergonzarse de que el pop inunde su sonido mientras le acompañan rock, punk o la orquesta de turno. La realidad sin filtros, pero con mensajes directos. Si quiere escuchar buena música, láncese a escuchar a Ginebras o perderá su oportunidad.
Twee pop, pop, etiquetas dan igual, las vi en la 2 y me encantaron: hacía falta música real, dejar el rollo pseudo intelectual de las banda que la RDL. Justo como hicieron los Ramones en los 70, hartos de tanta mierda pretenciosa, esta banda ha sacado singles instantáneos que van directas al estómago (es que el corazón no rima). El primer disco que me he comprado este año, como un niño espero a recibirlo.
Perdón por las faltas de ortografía…