Tulsa, a pecho descubierto

Tulsa, a pecho descubierto

Reflexionamos tras la escucha de «Autorretrato», tercer adelanto del próximo disco del proyecto liderado por la guipuzcoana Miren Iza: Tulsa.

Fotografía: Eva Sanabria

No hay que ser original ni a la hora de contar tu vida, ni de titular un artículo. Esta canción y este artículo son un buen ejemplo de ello. No hay que ser original, hay que ser distinto. Puede parecer lo mismo, pero no lo es. Original viene de origen, del principio o inicio de algo. Distinto es el que no se parece a nadie contado cosas ya sabidas o explicadas.

A pecho descubierto, porque así comienza el videoclip. Miren Iza se lanza «en tetas» (siempre he querido escribir una expresión tan costumbrista y visual, y quedarme bien a gusto, a veces buscar una metáfora resplandeciente, puede cegar el ego del autor, cosa que parecería imposible), sobre un flotador con forma de ganso, que nada sobre una piscina. Ahora que ya lo he escrito, la misma trascendencia tiene el fotograma en el papel y en la canción. Captar la atención y rellenar un poco de espacio, ya sea en segundos o en palabras. Que el espacio hay que llenarlo lo sabe ese señor llamado Dios, cuya existencia puede ser puesta en duda, pero quién, si no, ha puesto los planetas del sistema solar, con su J, y con su Florent, con Erik dándole a las baquetas hasta llenarlo todo de cráteres (perdón por la obviedad de la relación espacio-temporal, pero como ya he dicho antes, hoy no se ha venido aquí a ser originales, sino a contar una vida y un artículo).

«Autorretrato» se titula la canción. Yo conozco los pictóricos y los literarios. Los fotográficos son los más perfectos, pero por ello mismo, roban el alma del que se expone. Sobre todo a los que tienen el don de la fotogenia. Algo tenía que compensar vuestra suerte. El azar nos dejó a los demás la envidia.

Si yo tuviera que dibujarme para hacer el mío, los garabatos surgidos, mejorarían unos rasgos indefinidos, nunca le he encontrado un sentido a mi rostro, y cuando lo miro, se me descompone como un rompecabezas. He estado brillante en el juego de palabras, para compensar el «mate» de mis fotografías. Un asesinato siempre implica una belleza que se queda dormida. Por eso a mí me gusta salir con los ojos cerrados en las fotografías. Lo único de lo que quiero ser consciente es de mi muerte.

Miren se pone la parte de arriba del bikini, ser terrestre conlleva vestirse y despojarse de la parte líquida. Pero hay abrazos a gansos de los que es difícil olvidarse. Por eso le acompaña por un terreno seco, para demostrarle su fidelidad. Las verdades hay que contárselas al barquero o al ganso. El sol se refleja en ellos y en el suelo árido que los sostiene.

Acompañamos a Miren, mientras nos cuenta en lo que cree y en lo que no. Lo que le gusta, y lo que echa de menos. Parece sincera, si no fuera porque se lo cuenta a ella misma. Nuestra mirada siempre está sesgada por la realidad de unos ojos que nos mienten por pura supervivencia. Creemos vernos, pero estamos viendo a los demás cómo nos miran. Saben algo que nosotros no vemos. Están fuera de nosotros, y esa es su suerte. Llevarse encima es una putada que hay que inventarse cómo se la contamos a los demás. Un autorretrato es una mentira que nos define mejor que las verdades de los demás. Pues cuenta lo que somos, aunque no lo consigamos, o lo seamos muchos más, o deseemos serlo. Ser distinto a lo que uno mismo cree de sí mismo es una bendición. Si estás equivocado, podrás sorprenderte de ti mismo. Si aciertas, es que estás actuando muy bien, y podrías dedicarte a la política. Pero mentirse sobre uno mismo es algo maravilloso que hacemos a cada segundo y es lo único que nos salva del aburrimiento que los demás, muchas veces, también nos producen.

Lo mejor es hacer retratos de los demás y equivocarse. Creer que conoces a alguien y a los años ver que es un total desconocido. Que se lo cuenten a las parejas que rompen. A las amistades que mueren. A los lazos familiares donde el nudo ahoga más fuerte. Sigamos inventándonos como son los demás, no los analicemos de manera fría, en los iglús hace mucho frío cuando son de una plaza y no merece la pena buscarlos de más, hacerlo a nuestro libre albedrío, de manera que merezca la pena. Lo que quieres ser y que sean los demás, es lo importante. Mientras no explote esa burbuja, el aislamiento compartido será un buen lugar donde vivir.

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