En «Llévame a Madrid» el dúo Sweet Barrio le canta a una ciudad tan auténtica como alejada de su más amable versión oficial.
A Usera le ha tocado la china de la suerte con Sweet Barrio, grupo formado por la Poochyeeh a la voz y Maxi como guitarrista. El jazz aflamencado corre por las venas de ambos y el duende chapotea sobre esa sangre que deja tan elegante mezcla. Dicen que mezclar no es bueno, pero mis mejores borracheras se las debo a recibir tantos estímulos, que me era imposible interiorizarlos. Uno vomita el arte y la belleza que ya no puede asimilar.
La Pochi, (yo la llamaré así para que no tenga que tardar casi un minuto en ver si lo hubiera escrito bien si pongo su nombre por completo), se canta con la belleza de su voz de orgullo de barrio, uno pertenece a ese lugar donde vive la gran mayoría del tiempo, con los que se cruza al ir al mercado o al banco, cuando vamos a los bares y las caras son tan familiares como las costumbres. Lleva la elegancia del chándal de Chanel de cualquier bazar de su barrio. Son muchos los ojos que se cierran a su paso, hay voces que hacen verlo todo de manera apaisada, como si el horizonte se hiciera más ancho y ocupara todo lo que pudieran ver nuestros ojos. Sonidos que no dejan ver otra cosa.
Usera como centro del mundo. Las chinas en el calzado para zapatear por Camarón o por John Coltrane, hay saxofones como el agua, cada nota es líquida como la leyenda del tiempo que dice que cuando llueve en Nueva Orleans, un guitarra flamenca flota sobre este barrio madrileño. Hacer la compra en un Hiper Usera y que por los altavoces suene «Llévame a Madrid». Las gatas van a la sección de comida para animales de dos patas y hacen poesía con la catana que cortó más versos en sus calles. Hay mujeres de una sensibilidad mortal, si no, no se entiende que tengan que morir tan jóvenes.
Gloria a ti, cuando la poesía es una niña grande y vieja, fuerte. En esta vida se viene a jugar con las palabras o con lo que te dejen. Sweet Barrio lleva en la libertad que le corre por los poros la poesía que deja la mezcla de la verdadera elegancia, las cosas son bellas porque no lo parecen a simple vista, solo si las miras por la piel y no por los ojos, te darás cuenta de ello. No hay más ciego que el que no quiere sentir.
Madrid se siente cercana cuando la Pochi te mira desde la oscuridad de sus ojos como fogonazos, que cuando te miran encienden el alumbrado navideño sin necesidad de hacer recortes en la Cañada. Y cuando canta, la ciudad se mueve en un dulce colocón, el que deja el mejor homenaje que se puede hacer a una ciudad, acompañarla con la belleza que cada uno llevamos dentro.