Hoy nos adentramos en el primer largo de La Trinidad, grupo que formará parte de la próxima edición del festival Canela Party en este 2021.
Fotografía: Marta Porto
La urgencia. Las ganas de comerse el mundo, de no ser devorado por las raíces. La rabia del nuevo milenio. El escupitajo en la cara. No sabemos si La Trinidad hubiera sido aprobada por Lutero o el Vaticano pero en segundopremio nos unimos a su causa.
Sixto, Jorge y Carlos formaban parte de The Loud Residents. El amor se condensó y se transformó en La Trinidad: un formato clásico para un grupo (a)típico. Unas raíces marcadas a tinta de su ciudad natal, Málaga, y un sonido universal. Sonido Muchacho los caló desde sus orígenes y los guareció bajo el mismo manto que a bandas como Carolina Durante o Mediapunta. Este pasado mes de octubre publicaron su primer largo, Los edificios que se derrumban, diez canciones directas al cerebro. Diez canciones irreconocibles en una banda novel. Parece que los rookies ya no lo son tanto.
La Trinidad funciona a través de disparos. Cortes. Chupitos. De quedarse en la garganta mientras la euforia interna va en aumento. De píldoras de la felicidad. La Trinidad desgrana durante las diez canciones que conforman Los edificios que se derrumban (Sonido Muchacho, 2020) la actualidad española. Sin necesidad de nombres. Generaciones perdidas, vidas nocturnas, alas cortadas. Dictadores «porculeros», nuevas realidades. Polígonos químicos, políticas a la deriva. Lecturas del Apocalipsis. Recuerdos de bandas coetáneas como La Plata, Cuchillo de Fuego o Diamante Negro (las sublimes «La clase media» o «Miel y sangre»), de una España Negra («España invertebrada», «Todos los rumores eran ciertos»). Remates a bocajarro que sólo en contadas ocasiones se permiten bajar el pistón y mostrarse amorosos («Ruinas», «Sensación Extraña»), jugadas que pretenden recordar a antiguos mitos («Las flores de Mateo» y el espíritu de Ramones). La Trinidad te atrapa, te mete en un bucle del que, casualidades de la vida, no sabes cómo salir. Te adentra en otra realidad paralela en la que no sabes porqué «Los niños de la estación del zoo» lloran. Jugar con las palabras. Vivir deprisa. Ser joven en el 2020. Caer en un vórtice antes de que el día de la marmota te consuma. Desear verles en directo en agosto en su casa, en tierras malagueñas, en el Canela Party.