Los británicos The Jack Cades deslumbraron con su pop sesentero, psicodélico y yeyé en el Stereo Bar de Logroño.
A veces es bueno salir de la cueva y conocer otros lugares, otras salas y, cómo no, otras bandas. Quizás fue instinto, quizás fue un pálpito. La fortuna a veces está de nuestra parte y coloca en un viaje de placer dos elementos básicos del buen buscador de conciertos: una sala con buen sonido y una banda pulcra y directa. Hay quien recuerda Logroño por su paseo por la senda de los elefantes o el intercambio de uvas en el paladar. Aquí la que escribe lo recordará por el Stereo Bar y por el concierto de los británicos The Jack Cades el 24 de febrero. Canela fina.
Si una escapa de la calle del Laurel, se encuentra con una flamante biblioteca y, a dos pasos, con uno de los garitos con más rollo de la capital riojana (y cercanías). El Stereo Bar es alargado, está plagado de carteles musicales y cinéfilos y le reza al dios Elvis desde su barra. Su escenario no es apto para bandas superiores a los dedos de una mano, pero al cuarteto The Jack Cades le vino que ni pintado. Dos guitarras, bajo y batería llegados a Logroño tras su paso por la Fun House capitalina y con dos discos bajo el brazo. Y una propuesta musical sólo al alcance de aquellos nacidos bajo el influjo de los sesenta.

Puntuales a la cita, The Jack Cades calentaron motores con una intro instrumental mientras el público comenzaba a redistribuirse por la sala. A continuación, la máquina del tiempo empezó a funcionar y los vecinos de Shakespeare (ojo, desde Stratford-Upon-Avon que vienen) comenzaron a soltar adrenalina y unos primeros acercamientos hacia el pop sesentero y el fuzz con temas como la pegadiza «Dead Star», la coreable «Where to Go» o la evocativa «Run Paulie Run». Los inicios del pop psicodélico post-beatles se encuentran más presentes en este segundo largo —Perfect View (autoeditado, 2020)—, como se palpó en el directo de las soberbias «Sometimes It Rains» o «Candid», temarracos en los que las lámparas de la sala también empezaron a mover las cabezas como si estuvieran poseídas por el pop. La masterclass de The Jack Cades fue manifiesta tanto en el crecimiento natural de sus canciones durante el directo como en el virtuosismo que todas ellas ofrecían a las cuerdas, las percusiones y a las voces. Una máquina perfectamente engrasada para crear una natural comunión con su público. Una máquina perfectamente engrasada para subir velocidades rítmicas mientras el concierto iba avanzando en su metraje. El cuarteto, además, no se olvidó de su anterior trabajo —Music for Children (Dirty Water Records, 2018)— y nos regaló revisiones de éxitos como «Big Fish» (con cierto toque a taberna), «Identity Crisis» (tan ecléctica como la discografía de los Stones) o «You’ve Seen it All» (con la que dieron por terminado el show).
Un recuerdo a juventudes no vividas, a música eternas y, sobre todo, una propuesta fresca y revulsiva que nos trajo a media fauna del panorama musical británico en tan sólo una hora. Pop, psicodelia, fuzz y, sobre todo, rock,’n’roll. Sin etiquetas. Para degustar sólo, con hielo o en el Stereo Bar de Logroño.