El pasado viernes Les Envahisseurs nos ayudaron a recordar nuestras lecciones de francés desde el escenario del Fun House Music Bar.
Fotografía: Eva Sanabria
Hubo un tiempo en el que la influencia cultural de nuestros vecinos del norte se dejaba sentir con fuerza en nuestro país, con el francés siendo estudiado regularmente en la enseñanza secundaria. La música cantada en este idioma tampoco tenía problemas para alcanzar nuestros oídos, aunque hoy se haya convertido en algo francamente inusual. Por eso asistir a un concierto de una banda francófona siempre se me antoja como algo un poco vintage y hasta afectado, casi comparable a lucir monóculo o resistirse a portar un teléfono móvil. Pero al mismo tiempo me parece un pequeño acto de rebeldía contra el colonialismo cultural anglosajón y por ello el concierto de los canadienses Les Envahisseurs del pasado viernes 23 en el Fun House Music Bar me parecía un plan muy apetecible de entrada.
Este quinteto procedente de Montreal se encontraba en nuestro país para promocionar su segundo álbum, un Monkey Monk (Family Spree Recordings, 2021) publicado hace ya cerca de año y medio. No lo busques en tu servicio de streaming preferido porque no lo encontrarás, aunque sí podrás darle unos tientos a través de Bandcamp o incluso hacerte con su edición en vinilo. La banda tomó posesión del escenario a una hora razonable y comenzaron con una actuación que no tardó en desplegar toda la energía de su garage rock y que pronto se reveló absolutamente comandada por el carisma de sus cantantes Tom y Nat.
El repertorio de la banda no dejó de lado su álbum de debut Garage Monkey (Soundflat Records, 2018) y canciones como «House of Evil» marcaron el punto de mayor locura del concierto. Pero también hubo momentos de relativo reposo, como el aportado por «Les papillons noirs», un tema original de Serge Gainsbourgh, descrito por Tom como «ese tipo francés». Sin embargo las protagonistas casi absolutas fueron las canciones de Monkey Monk, indefectiblemente subrayadas por los bailes de Nat y la pirotecnia guitarrística de Tom. La frecuente interacción con el público también fue una de las constantes de la actuación, especialmente gracias a un Tom que en un breve momento de respiro entre «Monkey Monk» y «Toolbox Murder» llegó a recordarle a un miembro del público que se lavara las manos antes de volver del baño, además de obsequiar al público con un intento de hablar castellano leyendo la etiqueta de su botella de agua. El sentido del humor del quinteto fue ciertamente uno de los principales responsables de la cohesión de un estupendo concierto, donde la música fue el principal ingrediente pese a todo. Los devaneos de Nat ciertamente enriquecieron canciones como «My Gorilla», pero el incuestionable sentido del espectáculo de la banda no hizo sino poner de manifiesto una solidez sonora que no ofreció fisura alguna.