Reseña de Efecto Venturi, primer acercamiento al disco de Venturi, trío madrileño que ocupa el puesto de honor como emergente de la semana en segundopremio. Rock anglo cantado en un castellano tan revitalizante como bien facturado.
Efecto Venturi (autoeditado, 2017) es el título del primer disco de Venturi. No, no se trata de ninguna broma ni juego de palabras. Dios me guarde. El sentido de Efecto Venturi surge como un guiño a su anterior vida, una vida que decidieron cambiar el pasado año al decidir que lo bueno si era breve, resultaría sustancial y exponencialmente más atractivo. ¿Para qué ser Efecto Venturi si Venturi tiene la suficiente fuerza por sí mismo? Su música sigue fluyendo de manera perfecta y conserva su misma energía sin importar estilo ni lugar. Venturi han llegado para quedarse y así lo demuestran con este primer disco.
Efecto Venturi ha sido grabado durante los meses primaverales que vivimos bajo la tutela de Paco Musulen y Luis Elices (músicos en Ciudad Jardín y Objetivo Birmania) y está formado por siete canciones en las que se pasa revista tanto a temas nuevos como a hits recuperados como «Paro mi caballo». El disco resulta muy representativo de la nueva ola que la música nacional actual está viviendo, unos sonidos que ya no quieren parecerse a los ancestros sino que se acompañan de un espejo donde se reflejan formaciones (casi) actuales como los angloparlantes de The Strokes, Arctic Monkeys o Tequila de manera evidente («Califa» o «Cuál es mi socio») o incluso gustos personales del propio trío, tal y como se comprueba en los tremendos parecidos que se aprecian en «Tiovivo», un viaje de ida y vuelta hacia Barcelona de la mano de Cala Vento, uno de sus temas más hipnóticos.
A lo largo de Efecto Venturi hay lugar para todo tipo de sensaciones y sensaciones, tanto a nivel personal como musical, pero por encima de todas está la necesidad (bendita juventud) de vivir intensamente el momento. Ese sentimiento se palpa desde las primeras notas de «Volando», tema con el que abren el disco. Una canción de tintes garageros cuyo juego de guitarras y voz resulta de lo más pegadizo. El garage ha dejado de ser únicamente abrazado por el lo-fi y la canallesca de castizos como Yakuzas cada vez es más representativa de esa otra escena madrileña, esa escena que nunca se fue. Un sentimiento pícaro que desprende chulería tanto en la narración de malos sueños («Autobús» y su impecable juego instrumental y cercanía al sonido ochentero) como en la energía desbordante por comerse la noche (y el mundo) de «Vámonos al centro», tema elegido como presentación del combinado. Un combinado que resulta un cóctel de autor. Y no es para menos: en él tienen lugar todas las características más representativas de Efecto Venturi como son los estribillos coreables, las bases bailables y efectivas, y un sonido directo a tus pies y alma. Un tema que combina elementos psicodélicos, rock y garage sin un ápice de efusividad desmedida.
Garra, potencia y buenas canciones en este Efecto Venturi. Quien sabe, quizás estamos ante una de las bandas revelación de este 2017. Venturi, recuerda.
